El espiral del robo y la honradez

Las confesiones religiosas han expresado su parecer acerca de la situación del país en una declaración pública titulada “un llamado a la paz”. Preocupan a los dirigentes religiosos, “los innumerables casos de corrupción que han afectado de manera transversal a diversas instancias públicas y privadas, con escándalo de los ciudadanos, por el mal ejemplo y la deshonestidad, precisamente de aquellos que tienen un particular compromiso con el bien común”. En el trasfondo de esta advertencia, está la falta de honradez de muchos conciudadanos, dirigentes sociales y políticos.

            Se entiende por honradez el respeto a los bienes ajenos, no sólo los materiales, sino también espirituales, que necesitamos para el bienestar al que tenemos derecho y nos pertenecen. Si alguien me los quita ilegítimamente es un robo. Una persona honrada es la que respeta los bienes de los demás y se esfuerza por conseguir, con su trabajo honrado, los que él mismo y su familia necesitan para vivir y ser feliz. Roba el que quita la fama, el que calumnia o miente e insulta al prójimo.

Ha de ser muy triste vivir sabiendo que somos ladrones, que nos hemos procurado bienes quitándolos, de una u otra manera a los demás. Si hemos robado, tenemos obligación de devolver lo mal adquirido a su dueño. Es mas grave que este enriquecimiento sea apropiándose de los recursos públicos o aprovechándose de la autoridad que se tiene, para extorsionar.

Robamos, por ejemplo, cuando evitamos el pago de impuestos al no dar una factura o boleta, cuando rebajamos el precio, pero pedimos una cantidad para el bolsillo, cuando, nos apropiamos de lo ajeno por la fuerza o cuando dejamos de cumplir las leyes (como el que va sin patente, para no pagar el tag). Roba el que no paga lo que debe, quien retiene el pago justo, el que engaña con productos falsos, el que no paga sus impuestos, el que acumula riquezas injustamente, o no paga un salario adecuado, para ganar más él. Estas conductas son cada día más comunes y nos van transformando en un país de ladrones.

¿Como salir de este espiral, que es causa de violencias y divisiones, y muchas veces de muertes y atropellos a la dignidad de las personas? Porque, según la advertencia de San Pablo, “los ladrones no entraran en el Reino de los cielos” (1Cor. 10-11).

Es necesario volver al temor de Dios y descubrir que todos somos hermanos en Jesucristo y debemos vivir en el respeto mutuo, que implica la honradez. A su vez, la autoridad debe ejercer una acción fuerte y rápida y debemos tener leyes que castiguen eficazmente al que roba.

En el fondo, como se ha advertido de muchas maneras, cuando una nación deja de lado la ley de Dios, los Mandamientos, entre ellos “no robar”, sólo perjuicios vienen para todos. ¿Estaremos convirtiéndonos en un país de ladrones?

+Juan Ignacio