48 años de incansable trabajo pastoral en la Diócesis de San Bernardo

Publicamos la ultima entrevista realizada al Padre Miguel Urrutia en el año 2016 y publicada en la Revista Iglesia en San Bernardo.

El Padre Miguel Urrutia Urrutia, de sus 80 años de vida; 48 los ha pasado realizando u ministerio sacerdotal en el sector de Alto Jahuel, Huelquén y Buin. Perteneciente a la Congregación del Santísimo Sacramento, fue ordenado sacerdote el 4 de diciembre de 1964 en Buenos Aires. En la actualidad se desempeñaba como párroco de la Iglesia Corpus Christi en Alto Jahuel.

En entrevista, conversamos con el presbítero, que este año se traslada al Santuario de los Sacramentinos, en Santiago, dejando una huella y testimonio de su trabajo y entrega en la Diócesis.
Padre, ¿Cómo llegó a trabajar a la Diócesis de San Bernardo?
La historia es bastante larga. El año 1951, el Obispo de Rancagua, Monseñor Eduardo Larraín Cordovez, le pidió a la Congregación del Santísimo Sacramento hacerse cargo de la pastoral del sector de Alto Jahuel, Huelquén. Desde ese momento, hasta el domingo 10 de abril de este año, la congregación ha estado cuidando la fe, cultivando la devoción al santísimo, etc. Después yo estudié ahí 1 año, a continuación me enviaron a Buenos Aires, donde estuve 17 años, un año enfermo, estudiando y cuatro años ejerciendo mi ministerio sacerdotal, en la que me tocó poner en acción la reforma al Concilio Vaticano II. Cuando todo estaba ya terminado, me enviaron a Alto Jahuel como sacerdote y llegué a ese sector el 1 de enero 1968.

¿Y cómo fue llegar a este sector rural?
Me vine de un lugar en el que estaba todo hecho: teníamos adoración perpetua, 20 sacerdotes, y llegué a un lugar rural en el que no había nada. Entonces recordé algo
que mi abuela siempre me decía: “Cuando llegues a un lugar, tienes que aplicar el signo del ferrocarril: ‘Pare, Mire y Escuche’”. Era un momento muy complejo, porque estaba
la difícil situación política, con el tema de la reforma agraria, además de mucha pobreza humana y moral, no había nada, había que hacerlo todo, empezar desde cero.

¿Cómo lo hizo, padre?
Con mucha oración al Santísimo Sacramento. Reavivábamos, motivábamos. Desde ahí despertamos el sentido comunitario y empezamos a movernos en la parte social para hacer eventos deportivos, sociales, etc. con la finalidad número uno que era unir a la gente para que tomaran conciencia, se despertaran y se dieran cuenta de que ellas eran personas del pueblo que tenían que luchar por su pueblo y que ahí está el centro espiritual.

Y la construcción del templo Corpus Christi de Alto Jahuel ¿Cómo se logró?
Había un templo muy chiquito que con el terremoto de 1985 se destruyó. Ahí había que ver cómo lo íbamos a levantar. Los designios de Dios: un señor me regaló un caballo de carrera que yo le puse “El Maradona”, con el cual llegaron los aficionados y comenzaron a realizarse las carreras a la chilena en ese sector y ahí las personas empezaron a vender cosas hasta que se juntaron los fondos para reconstruir el templo. Todo se logró con el sentido solidario de los habitantes del pueblo; el que no tenía plata, ayudaba con su trabajo; el que tenía plata, ponía su dinero. Se logró con la ayuda de creyentes y no creyentes, con el esfuerzo de todos.
Yo tenía un equipo muy poderoso, mandamos a capacitar a 385 personas y con eso abarcamos toda la parte pastoral por todos los rincones. La misión espiritual y humana. Lo que hay en ese pueblo es por el esfuerzo del pobre, del poderoso  que se unieron por su comunidad.

Al mismo tiempo le tocó atender pastoralmente la Parroquia Santa Teresa de Ávila en Huelquén
Ahí estuve 14 años. Llegué un 1 de mayo de 1971. El 8 de julio de 1971 vino el terremoto, se cayó la Iglesia parroquial y con ese signo se volvió a unir la gente. Mandamos a capacitar A los fieles. Hicimos primero un gimnasio, que no había, para poder reunir a la gente, la cual comenzó a trabajar por su comunidad.

Usted siempre ha realizado un trabajo en conjunto con la comunidad
Sí, porque o si no, no funciona. Porque la gente trabajó por su parroquia, sudó por ella, y así la siente más suya. Ha sido un trabajo en conjunto con los rotarios, clubes de huasos, juntas de vecinos, etc. Se unen lo humano y lo divino, porque somos humanos, no somos ángeles, pero sí tenemos algo de Dios dentro y eso es precisamente para que todos los que somos diferentes -Gracias a Dios- tengan esa vocación que le va a servir al otro.

Usted estaba acá cuando se creó la Diócesis de San Bernardo, ¿Cómo vivió ese proceso?
Creo que hay que empezar dándole gracias a Dios que pasó por este terreno visitando este pueblo la persona del Papa Juan Pablo II, porque ese Papa que era un iluminado que se dio cuenta y decidió crear la Diócesis de San Bernardo; ese fue el primer signo que Dios visitó este pueblo y lo bendijo creando esta Diócesis. En segundo lugar, creo que hay que bendecir y alabar a Dios por ese primer Obispo que tuvimos -sin despreciar al que hay ahora-; fue el hombre que tuvo que enfrentarse a toda esta realidad hostil que había
contra la Iglesia y contra los curas. Yo lo acompañé a los lugares donde se hacían cultos y la figura del Che Guevara, los cubanos, eran las figuras religiosas. Don Orozimbo, con una
fuerza interior, fue capaz con su presencia de ir limpiando toda esta idolatría que había y despertando a todos aquellos que querían ser cristianos pero que se lo impedían. La otra
idea genial que tuvo fue la de hacer el seminario, porque la clave está ahí: si no hay sacerdotes, no hay eucaristía; si no hay eucaristía, no hay unidad. La habilidad que tuvo de
hacer de la nada montones de templos para que la gente tuviera un lugar donde escuchar la palabra de Dios.

 ¿De dónde saca esa fuerza y vitalidad hasta el día de hoy?
Esa fuerza la da el Señor, no la da uno.

Padre, ya que está ad portas de entregar la parroquia y finalizar sus años de trabajo pastoral en la Diócesis de San Bernardo, ¿Qué palabras les puede dejar a los fieles y a la gente del sector donde usted trabajó?
Lo único que le puedo decir a la gente es darle las gracias, porque no es obra mía, es obra de ellos, la pega la hicieron ellos. Me voy con esa sensación de gratitud porque todo aquello que se hizo en bien de la comunidad ha sido obra de Dios. Y el bien de la comunidad ha sido
mantenerse unida. El error es que a lo mejor he sido muy duro y exigir. Probablemente mucha gente quedó dolida, pero en el fondo están igual sintiéndose partícipes de lo
que hay allí, que no es obra mía, sino obra de ellos. Me retiro con esa esperanza grande de que estas fuerzas vivas se mantengan vivas y que tomen conciencia de que ellos
son la Iglesia.
¿Qué destino pastoral tendrá una vez que deje la Diócesis de San Bernardo?
Nosotros, los sacramentinos, tenemos el santuario en la calle Santa Isabel, en Santiago, en el que apenas hay dos sacerdotes. Al irme yo para allá, llego con una idea simple: normalmente en Santiago las iglesias están cerradas, mi idea es abrir la puerta del santuario, que la persona que entre por curiosidad o necesidad encuentre a alguien y que después vaya haciendo la motivación, que invite a otro y dar inicio a una pastoral centrada en la Eucaristía. Hay mucha gente, jóvenes, es un barrio universitario, hay mucho que hacer si abrimos la puerta, si está cerrado no. En el camino hay que ir viendo lo que Dios nos va pidiendo.

Fuente: Departamento de Comunicaciones Obispado de San Bernardo