La Virgen María en nuestra vida e historia

El Mes de julio viene marcado por la gran fiesta de la virgen del Carmen, Reina y Madre de Chile. Toda la fe cristiana, desde sus inicios, está marcada por la presencia y la vida de la Madre de Dios y aunque los reformadores como Lutero, Calvino y otros y los modernos protestantes la han relegado a un lugar muy secundario, sigue la Madre de Dios siendo la gran mediadora entre Dios y los hombres y cumpliendo la misión que Jesús le entregó al pie de la Cruz. Por eso celebramos con alegría sus fiestas, la llevamos en nuestros escapularios y la sacamos en andas por nuestras calles, acompañándola de himnos y alabanzas.

Toda nuestra historia patria esta marcada por su presencia. Escribió el General Bernardo O´Higgins en 1819, con ocasión de los inicios de la construcción del Templo Votivo de Maipú que el pueblo de Santiago había prometido a la Madre del Carmen en el lugar de la última batalla de la Independencia. “El Estado de Chile es deudor a la protección de la Madre de Dios, bajo la advocación del Carmen, de la Victoria de Maipú”.

La Iglesia desde los inicios tuvo perfecta conciencia de la misión única y especial que la Madre de Dios tenía en la vida de los cristianos y cuando se dudó de ella, afirmó: “Si alguno no confiesa que Dios es, según verdad, el Emmanuel y que, por eso, la Santa Virgen es Madre de Dios (pues engendró carnalmente al Verbo de Dios hecho carne), sea anatema”. (Concilio de Efeso).

Todo hijo sabe que en su madre encuentra siempre comprensión, auxilio y amor. Y los cristianos sabemos que en la Madre de Jesús también encontramos ese refugio seguro. Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Virgen, Madre de Dios, decimos con fe. María es, al mismo tiempo, una madre de misericordia y de ternura, a la que nadie ha recurrido en vano; abandónate lleno de confianza en su seno materno, pídele que te alcance esta virtud (de la humildad) que Ella tanto apreció; no tengas miedo de no ser atendido. María la pedirá para ti a ese Dios que ensalza a los humildes y reduce a la nada a los soberbios; y como María es omnipotente cerca de su Hijo, será con toda seguridad oída. Recurre a Ella en todas tus cruces, en todas tus necesidades, en todas las tentaciones. Sea María tu apoyo, sea María tu consuelo, escribió el Papa León XIII.

El Concilio Vaticano II afirmó: “Uno sólo es nuestro Mediador, según las palabras del Apóstol (1Tm 2, 5-6). Sin embargo, la misión materna de María para con los hombres no oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo; antes bien, sirve para demostrar su poder. Pues todo el influjo salvífico de la Santísima Virgen sobre los hombres no dimana de una necesidad ineludible, sino del divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo; se apoya en la mediación de éste, depende totalmente de ella y de la misma saca todo su poder. Y, lejos de impedir la unión inmediata de los creyentes en Cristo, la fomenta”.

En un tiempo de dificultades y sufrimientos para muchas personas y familias, olvidar a la Madre de Dios y no pedir su auxilio es un camino equivocado y necio. El mundo mismo permanece al borde de situaciones trágicas, debido a las imprudencias y a las injusticias de nosotros mismos. Es el momento de recurrir a la Madre de Dios, siguiendo las enseñanzas del Cura de Ars: “Siempre que tengamos que pedir una gracia a Dios, dirijámonos a la Virgen Santa, y con seguridad seremos escuchados”

+Juan Ignacio