Monseñor Juan Ignacio González envía Carta al iniciar el Año Pastoral 2021, a todos los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas y agentes pastorales de la Diócesis de San Bernardo.
Un año de tribulaciones y de crecimiento interior
1. El año que acaba de pasar será recordado por todos nosotros como un tiempo muy particular de la vida personal, familiar, social y también pastoral. El Señor ha permitido que seamos sometidos a pruebas de diversa índole; inactividad, encierros, enfermedad y en algunos casos hasta la muerte. No ha sido posible desarrollar con la normalidad habitual el trabajo pastoral propio de las parroquias y organismos de la Curia, ni los proyectos ideados, las visitas pensadas, la preparación a las diversas catequesis, los encuentros pastorales habituales. Nos ha venido a la mente y al corazón la exigencia de la Carta a los Hebreos “Tenemos necesidad de paciencia para que, cumpliendo la voluntad de Dios, alcancemos la promesa.”(Hb 10, 36) y las consoladoras enseñanza de Jesús: “Con vuestra paciencia salvaréis vuestras almas”. (Lc 21, 19) y quizá se nos han hecho vivas las enseñanzas de San Pablo “Nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabedores de que la tribulación produce la paciencia; la paciencia, una virtud probada; y la virtud probada, la esperanza”. (Rm 5, 3-4). Para muchas personas, también ha sido un tiempo de crecimiento interior, de redescubrimiento de la actuación de Dios en su vida y en su ámbito familiar, de aprender a llevar una vida más sobria, templada y de servicio de caridad con los que sufren.
Tiempo de aprendizaje personal y pastoral
2. Todos los elementos que tenemos a disposición nos deben hacer suponer que este año 2021 tendrá características similares, dado el desarrollo de la epidemia y la gradualidad del proceso de vacunación, cuyos resultados o efectos reales en la detención de la pandemia pueden demorar varios meses. Pero hay algo muy diferente. Hemos aprendido a vivir o sobrevivir a este tiempo, adoptando las medidas necesarias, cuidándonos, etc. La experiencia de lo que vivimos hace que también hayamos buscado y encontrado maneras de llevar adelante nuestra vida, en sus diversos ámbitos, compatibles con las restricciones que la realidad imponía. Esto también ha ocurrido en el ámbito pastoral, con el desarrollo de las comunicaciones con los fieles por medio de las redes, las celebraciones trasmitidas a través de ellas, etc. Ha sido un verdadero tiempo de aprendizaje, que nos ha obligado a esfuerzos nuevos, que ahora debemos continuar.
La acción de la Gracia Divina nos mueve, anima y fortalece
3. Siempre la acción Divina nos alcanza con su Gracia y nos mueve y fortalece en la fe, si buscamos ser fieles a nuestra propia vocación cristiana. La gracia eleva nuestra naturaleza, haciéndola partícipe de la naturaleza divina. Es semilla de vida eterna, un real anticipo de la gloria futura, del cielo, por ser una participación de la vida íntima de la Santísima Trinidad. La gracia y la gloria -afirma Santo Tomás- son del mismo género, porque la gracia no es otra cosa que el comienzo de la gloria en nosotros (…), y la gracia que poseemos contiene en germen todo lo que es necesario para la gloria, como la semilla del árbol contiene todo lo necesario para llegar a ser árbol perfecto. Partiendo de esta afirmación, es necesario trabajar para secundar en estas realidades que vivimos, el don gratuito de la gracia en nosotros y en nuestros fieles, recordando la enseñanza del Señor “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos… Sin mi nada podéis hacer”.(Jn 15, 5) porque si Dios no construye la casa en vano se afanan los albañiles.(S 127,1)
Los medios ordinarios de la gracia, prioridad durante 2021
4. Los medios ordinarios por los cuales nos llega la gracia son los sacramentos de la Iglesia y por ello hemos de poner todos los esfuerzos para que ninguna persona que esté en condiciones de recibirlos y los pida, quede privado de su fuerza. Por esta razón se han dado especiales facultades a los sacerdotes y diáconos para la administración de los sacramentos, de manera que a la gravosa dificultad que ya existe, no se añadan mayores exigencias, que aquellas que son las estrictamente necesarias para recibirlos. Es necesario evitar una cierta pasividad y temor, que puede venir de la mano de las dificultades. Tenemos el apoyo de Dios, por su gracia, para vencer esas dificultades
Centralidad de la Gracia, implica un nuevo empuje a la pastoral sacramental
5. En particular, hemos de ocuparnos de la organización efectiva y adecuada de la preparación a los sacramentos de la Iniciación cristiana con los más jóvenes. La catequesis para recibir el Bautismo, la Confirmación y la Sagrada Eucaristía, deben ser una prioridad durante este año, intentando recuperar terreno respecto del pasado. Para ello estarán a disposiciones de todos los alumnos de nuestras catequesis gratuitamente todos los materiales necesarios para su preparación, como asimismo los que necesitan los catequistas que impartan las clases, sea presencialmente o por las redes sociales. (Ver App Diócesis de San Bernardo, para Android y Apple, Textos de Catequesis. También los textos están en la Sección Vicaria de la Educación de nuestra web).
Asimismo, siguiendo las instrucciones entregadas, hay que facilitar todos lo que se pueda, la celebración digna y fructuosa del Sacramento del Matrimonio. (ver Circular sobre la celebración de los sacramentos, de enero de 2021 en App. Obispo Diocesano, Documentos de Gobierno). Un tema siempre esencial es la celebración de las Misas de Precepto en las vísperas del Domingo y en el Día del Señor. Pese a las restricciones, adoptando las medidas señaladas por la autoridad, hay que continuar con los esfuerzos para su celebración, aun cuando los asistentes sean pocos. Dado que la celebración de la Misa tiene por fin primario dar culto a Dios porque “la Eucaristía es un sacrificio de acción de gracias al Padre, una bendición por la cual la Iglesia expresa su reconocimiento a Dios por todos sus beneficios, por todo lo que ha realizado mediante la creación, la redención y la santificación. “Eucaristía” significa, ante todo, acción de gracia (CEC 1360), la realidad de que no puedan asistir los fieles no implica, en ningún caso, dejar de celebrarla. En especial en el tiempo que pueden declararse cuarentenas que hacen muy difícil la presencia de los fieles, porque la celebración que realiza sólo el sacerdote es siempre acción de toda la comunidad de los fieles y a todos beneficia, a los vivos y a los difuntos, y en especial a los pobres.
Agradezco en nombre del Señor y de la Iglesia los esfuerzos que la gran mayoría ha llevado adelante para mantener las celebraciones dominicales. Es un signo de la vitalidad de la Iglesia, que, pese a las dificultades externas, continúa el culto a Dios, que es su primerísima obligación.
A los sacerdotes y diáconos
6. Me dirijo un momento a los sacerdotes y diáconos. Estos tiempos difíciles que vivimos, tanto para el mundo como para la Iglesia, exigen de todos nosotros el ejercicio de las virtudes. Muchas personas nos buscan para en nuestra perseverancia y fortaleza encontrar la suya y, bien sabemos, que la nuestra también es prestada. “Todo lo puedo en aquel que me conforta”.(Flp 4, 13) debe ser un recuerdo constante de nuestra vida sacerdotal y diaconal. Es evidente que solos o movidos por voluntarismos no llegamos a ninguna parte, sino que terminaremos agotados y muchas veces perdiendo la huella del camino por el que seguimos a Cristo. “Hay también momentos difíciles y situaciones extremas en las cuales el don de la Fortaleza se manifiesta de modo extraordinario, ejemplar. Es el caso de aquellos que tienen que afrontar experiencias particularmente duras y dolorosas, que perturban su vida y la de sus seres queridos. La Iglesia resplandece por el testimonio de tantos hermanos y hermanas que no han dudado en dar la propia vida, con tal de permanecer fieles al Señor y a su Evangelio” (Papa Francisco, Audiencia, 14 de mayo 2014).
Perseverar en el tiempo difícil es lo que prueba la verdad de nuestra llamada y la fidelidad de nuestra respuesta. Sabemos que “cuando una persona fuerte y bien armada guarda su casa, seguros están sus bienes”. (Lc 2, 21) y quienes moran en aquella casa. Nosotros, queridos hermanos, somos los primeros guardianes de la fe del pueblo de Dios, especialmente de aquel más sencillo. “Nuestra actitud como pastores es aprender a confiar en esta realidad eclesial y a reverenciar y reconocer que en un pueblo sencillo, que confiesa su fe en Jesucristo, ama a la Virgen, se gana la vida con el trabajo, (tantas veces mal pagado), bautiza a sus hijos y entierra a sus muertos; en ese pueblo fiel que se sabe pecador pero no se cansa de pedir perdón porque cree en la misericordia del Padre, en ese pueblo fiel y silencioso reside el sistema inmunitario de la Iglesia”.(Papa Francisco, Carta a los obispos, 2018)
Emprendamos este año Pastoral confiando en Dios nuestro Señor, en el amparo de la Madre del cielo y mirando el ejemplo de San José. El Santo Patriarca casi no aparece en los relatos del Evangelio, su ministerio de servicio fue oculto y dócil a Dios, cumpliendo la misión. Igual debemos vivir nosotros, siguiendo una consigna que ya hemos comentado: oración, trabajo y silencio.
Agradezco, en nombre del Señor, todos los esfuerzos, sacrificios y privaciones que hemos pasado para continuar adelante nuestro trabajo pastoral a pesar de las dificultades, y encomiendo a cada uno de los miembros de nuestra diócesis al Señor
+Juan Ignacio González Errázuriz
Obispo de San Bernardo
PD. Durante la próxima semana comenzaran a distribuirse en todas las parroquias un estampa de San José con la Oración del Papa Francisco para este año dedicado al Santo Patrono.