“La Iglesia es su casa”

Fray Kephas, sacerdote brasileño de la Fraternidad de los Pobres de Jesucristo – El Camino y párroco de la parroquia San Vicente de Paúl en San Bernardo, diariamente junto a los demás religiosos y religiosas realiza un gran trabajo pastoral y social con los migrantes de su sector parroquial, comunidad que se ha integrado a la vida de la parroquia siendo un punto de encuentro intercultural en la Diócesis.

En entrevista para la Revista Iglesia en San Bernardo, el sacerdote encargado diocesano de los migrantes en la Diócesis, nos contó como es la realidad de los migrantes y nuestra labor como católicos al conmemorarse en el mes de septiembre la Jornada Mundial del Inmigrante,

Padre, ¿cómo ha visto las necesidades espirituales y materiales que han vivido las personas migrantes este último tiempo?
Nos ha tocado vivir un tiempo muy difícil como humanidad, no solamente por causa de la Pandemia, e infelizmente los que más sufren son siempre los pobres. Si se trata de los migrantes, podemos decir, que las necesidades de los ellos son como la de todas las personas: amor, comprensión, atención, sentirse importante… Y claro, las necesidades básicas que derivan del ser persona: casa, comida, trabajo, salud, dignidad. El tema es que estar fuera de su país, de su cultura, lejos de aquellos que amamos hace esas mismas necesidades se potencien. O sea, una persona que está fuera de su patria está, de cierto modo más vulnerable, porque principalmente cuando no posee lo más básico que es la capacidad de expresarse por hablar otro idioma. Hablando de necesidades espirituales, creo que la primera es la de sentirse parte de la comunidad. ¡No son una visita! Son miembros de la familia. La Iglesia es su casa. Es de ellos como es de nosotros.

¿Cuál es la situación actual de la población migrante en la Diócesis en medio de la pandemia en Chile?
Creo que no es muy buena, como no ha sido para nadie. Mucha cesantía, en algunos casos hambre, inseguridad, incertidumbre sobre el futuro, miedo de enfermarse. Además, hay todo el tema con los tramites de documentos que quedó parado por la contingencia (visas y Rut vencidos) que imposibilita hacer casi todos los tramites, etc. Como Diócesis, buscamos ayudar dentro de nuestras posibilidades, con entrega de cajas de alimentos, comedores parroquiales, acompañamiento social y psicológico. Pero debido la misma pandemia no se pudo hacer tanta cosa.

Padre, ¿y cómo podemos avanzar en la ayuda a los migrantes?
Lo primero es saber que es un tema complejo y que no podemos solucionarlo por completo jamás. Pero, yo creo que con cosas muy pequeñas podemos hacer mucho. Por ejemplo, una llamada para saber cómo se encuentran y si necesitan algo. Después, contar con aquellos migrantes que ya están en Chile por más tiempo como miembros de la pastoral. Nadie comprende mejor un migrante y sus necesidades que otro migrante. Pienso, también, que debemos dejar de mirarlos como competencia y acogerlos como compañeros del camino.

En Chile se está discutiendo una nueva ley de migración, ¿cuál es su opinión sobre el tema?
Había 1.492.522 personas extranjeras viviendo en Chile al 31 de diciembre de 2019 –según el informe del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y el Departamento de Extranjería y Migraciones (DEM)– después del estallido y antes de la llegada de la pandemia al país. Por lo tanto, discutir una nueva ley es extremamente necesario. Como católicos debemos siempre defender que esas leyes protejan y garanticen la dignidad de la persona humana. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia dice en el párrafo 132: “Una sociedad justa puede ser realizada solamente en el respeto de la dignidad trascendente de la persona humana. Ésta representa el fin último de la sociedad, que está a ella ordenada.” Me preocupa cuando se olvida que un migrante antes de ser un venezolano, haitiano, colombiano es un ser humano y debe ser tratado como tal, con sus derechos y deberes por toda la sociedad. Y, para nosotros, es un hermano, hijo del mismo Dios, miembros de la misma Iglesia y que al llegar a nuestras comunidades llegó en su casa.

Padre, qué mensaje de unidad y solidaridad podemos enviar al conmemorarse en septiembre la Jornada Mundial de los Migrantes
El tema de la Jornada Mundial de los Migrantes este año dice: “Como Jesucristo obligados a huir”. Que fuerte es pensar que en cada migrante tenemos la persona de Jesús que nos extiende la mano en busca de ayuda y acogida. Es necesario reconocer en cada hermano es rostro de Jesús que sufre, “incluso si a nuestros ojos les cuesta trabajo reconocerlo: con la ropa rota, con los pies sucios, con el rostro deformado, con el cuerpo llagado, incapaz de hablar nuestra lengua”, dice el Papa Francisco. “Cuando hiciste eso a uno de estos más pequeños a mí se lo hiciste”. (Mt 25, 40) Es Cristo que sufre, obligado a huir porque su país fue devastado por un terremoto (realidad tan conocida de los chilenos) y tiene fuerzas para levantarse; es Cristo obligado a huir de su país por una dictadura, que mata a su propio pueblo llevándonos a la extrema miseria; es Cristo obligado a huir en busca de una nueva vida, de una nueva oportunidad, de vida digna. Hablar de migrantes es hablar del otro, de aquel que es diferente, en muchos aspectos, más al mismo tiempo tan parecido con uno. Esa puede ser una experiencia hermosa y libertadora, una vez que, nos sacas de nuestros egoísmos, y nos lanza en el mundo muy diferente y que tanto nos puede enriquecer, pero al mismo tiempo con características y marcas tan parecidas con las que traemos. Pero también puede ser una experiencia que nos atemoriza, pues todo lo que es desconocido da miedo. La invitación que hago es: “corra el riesgo!” Seguramente el hecho de acercarse a un migrante, con un corazón libre de prejuicios y abierto para conocer lo diferente le hará crecer en humanidad, solidaridad y le tornará un cristiano más auténtico.