El mes de junio está dedicado a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, recomendada por la Iglesia en distintas ocasiones y puesta como una expresión del amor a nuestro Redentor. Es cierto que en las últimas décadas parece haber decaído esta manifestación de piedad, quizá por la invasión del secularismo, por el abandono de la vida cristiana en muchos ambientes y también por un descentramiento – como nos lo ha dicho el Papa Francisco – de la persona del Señor Jesús en la vida de nuestra Iglesia. Pero esas comprobaciones no restan fuerza a la necesidad de reavivar y aumentar en nuestras almas y en la vida de la Iglesia el amor a Jesucristo. Como enseña el Papa Francisco, “la piedad popular valoriza mucho los símbolos, y el Corazón de Jesús es el símbolo por excelencia de la misericordia de Dios; pero no es un símbolo imaginario, es un símbolo real, que representa el centro, la fuente de la que ha brotado la salvación para la entera humanidad”.
Cuando los momentos de dificultad llegan a tocar en nuestra puerta, sea en la vida personal, familiar, eclesial, quien no tiene firmes fundamentos para comprender en la cruz y el dolor el paso de Jesús y la imitación de su vida, no resiste los embates y llega la desesperanza, la desolación y el sentimiento de fracaso. Cuando, por el contrario, la vida del Señor es el ideario del propio camino, comprendemos bien esos derroteros, los seguimos y aprendemos a amarlos, porque expresan la imitación de Cristo en la propia vida. Esta es la esencia de la vida cristiana que no podemos olvidar, y que encuentra en el Corazón de Jesús su expresión máxima. En la humanidad del Señor, simbólicamente en su corazón, descubrimos la cercanía del Verbo de Dios a cada uno de nosotros, manifestada en su encarnación y en su presencia real, con su cuerpo, su sangre, alma y divinidad en la Santa Eucaristía. Por eso la devoción al Sagrado Corazón es siempre Eucarística y de allí la centralidad de la misma en la vida de la Iglesia. El Concilio llama al sacrificio eucarístico, “fuente y cumbre de toda la vida cristiana…” (LG 11). “Ninguna comunidad cristiana se edifica si no tiene su raíz y quicio en la celebración de la Santísima Eucaristía” (PO 6). “A ella se ordenan los sacramentos, las obras de apostolado y el ministerio sacerdotal” (PO 5). La actividad misionera se realiza “por la palabra de la predicación y la celebración de los sacramentos, cuyo centro y cima es la Santísima Eucaristía” (AG 9).
Amar a Jesús en la devoción al Sagrado Corazón, es caminar hacia Jesús Eucaristía, acompañarlo, adorarlo y aprender a estar con Él. Convencidos de la centralidad de la Eucaristía en la vida nuestra y de la Iglesia, nos podemos preguntar especialmente en este mes del Sagrado Corazón: ¿Por qué acudo a misa?, ¿Cómo participo?, ¿Qué efectos produce en mi vida y en la vida de la comunidad?, ¿Me impulsa a vivir el testimonio de caridad en la familia, el trabajo, con los pobres, enfermos y marginados?, ¿Me ayuda a vivir en unión con Cristo? ¿Respondo al llamado para acompañar a Cristo en nuestras capillas de adoración? Vivamos con alegría los dos hechos esenciales de la devoción al Sagrado Corazón: Amor y Reparación. Amor por lo mucho que Él nos ama. Reparación y desagravio, por las muchas injurias que recibe, sobre todo en la Sagrada Eucaristía.