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“Todos hemos de examinarnos, cada uno según el lugar donde ha sido llamado al servicio de Dios”

obispo1Carta pastoral del Obispo de San Bernardo para el tiempo de crisis y dolor que pasamos.

Queridos hermanos y hermanas de la Diócesis de San Bernardo.

Como todos saben, después de tres días junto al Santo Padre, de escuchar su reflexiones y de meditarlas personalmente y en grupo, todos los obispos miembros de la Conferencia Episcopal hemos expresado al Papa nuestra disponibilidad en el ejercicio de nuestros cargos, para que con la autoridad y sabiduría del Sucesor de Pedro, pueda disponer de ellos y resolver aquello que estime mejor para el bien de la Iglesia de camina en nuestra patria.

Enfrentar nuestras responsabilidades.

El Papa Francisco ha sido muy acogedor pero claro con nosotros, pidiéndonos enfrentar las responsabilidades por “la dolorosa y vergonzosa constatación de abusos sexuales a menores, de abusos de poder y de conciencia por parte de ministros de la Iglesia, así como la forma en que estas situaciones han sido abordadas”, lo que ha dejado en evidencia un “cambio del centro eclesial”, de manera que los pecados de algunos ministros de la Iglesia han ocupado “todo el escenario concentrando en si la atención y las miradas”. Mediante la corrección de un padre y hermano nos ha reprochado nuestra incapacidad para enfrentar con el temple, veracidad y valentía este grave tema. Hemos aceptado humildemente sus palabras y asumidos sus consejos, con expresión agradecida, sabiendo que ellas viene del Vicario de Cristo y Sucesor de Pedro.

El Congreso Eucarístico, momento de expresar la centralidad del Señor.

El Congreso Eucarístico nacional y diocesano es un momento particular de nuestra vida como Iglesia para expresar fuertemente la centralidad de Cristo, en la línea de lo que el Papa Francisco nos está pidiendo. El sacrificio eucarístico es la fuente y cima de toda la vida cristiana (LG 11) y de aquí la esencial importancia y necesidad de la Santa Misa y en particular de la participación en la celebración dominical. La adoración Eucarística, por su parte, es una expresión personal y comunitaria de nuestro deseo de permanecer siempre junto al Señor y por ello la importancia de las Capillas de Adoración y en particular aquellas que son perpetuas. En este tiempo de confusión y dolor pido a todos acudir a esas capillas que acogen nuestro amor al Señor y al prójimo, pero donde Jesús nos recibe, nos consuela, nos ampara y nos da su fuerza para nuestra diaria santificación y para superar nuestras dudas y temores.
El próximo domingo 3 de junio en todas las parroquias tendrá lugar la procesión eucarística el Corpus Christi, momento en que podremos expresar públicamente nuestro amor a Jesucristo presente en el Santísimo Sacramento. Pido a todos concurrir con sus familias y comunidades, y allí, caminando junto con Jesús, alabarlo, pedir perdón por nuestras faltas y pecados y rogar especialmente al dueño de la mies que nos envíe vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa y que nos conceda el don de la paz para toda la Iglesia que camina en Chile.

De la noche oscura a la luz de Cristo.

El Papa Francisco no ha recordado que de estas noches oscuras es de donde surgen los grandes profetas y los santos, la corriente vivificante de la vida mística que muchas veces permanece invisible, y la necesidad de mirar al santo pueblo de Dios, que expresa la esperanza en el Señor que nunca nos abandona, que nos sostiene y que es una manifestación de esa Iglesia profética que pone siempre al Señor en el centro. El Papa nos pide a los pastores aprender a confiar en estas realidad eclesiales que nos muestra del santo pueblo de Dios, que con sencillez confiesan su fe en Jesucristo, ama a la Virgen, se gana la vida con el trabajo, bautiza a sus hijos, entierra a sus muertos, pueblo de Dios que se sabe pecador, pero que no se cansa de pedir perdón porque cree en la misericordia del Padre y en cuyo seno reside el “sistema inmunitario de la Iglesia”.

Cristo el único fundamento.

Queridos hermanos y hermanas: Disminuir es lo nuestro, para que sólo aparezca Jesús en nuestras vida; no permitir ni por un momento ser el centro de atención de pueblo cristiano, de nuestras familias, de nuestras comunidades, de los que nos rodean. El Papa nos ha hecho un fuerte llamado a la centralidad de Cristo en nuestras vida y en la vida de la Iglesia para “afirmar sin ambigüedad que el discípulo no es ni será jamás el Mesías”.
El fundamento del cristiano tiene que ser firme ante las dificultades, crisis y tentaciones. Hay un único fundamento y nadie puede poner otro sino a Jesucristo (1Co 3, 11). Nosotros no podemos ser nuestro propio fundamento; solo Jesús es la roca, fundamento seguro del que no podemos separarnos. Cada vez que nos separamos de Él, el desastre es completo. Con Él lo podemos todo. Con Él, las dificultades se convierten en ocasiones de crecer en fe, en esperanza, en reciedumbre y en amor. Con el paso del tiempo comprenderemos el sentido profundo de estos momentos de crisis, de los cuales saldremos fortalecidos con la ayuda del Señor.
En estos momentos debemos ser fuertes imitando a los Apóstoles y a los primeros cristianos. Teniendo también en cuenta que, en muchas ocasiones, por ser discípulos de Cristo, habremos de ir contracorriente, pero con una fortaleza que es prestada, es de Dios y llega por medio de la Gracia Divina y particularmente con el trato de Jesús en la Eucaristía ( Flp 4.13). Son tiempos estos de una seria vida interior, de oración y sacrificio, de pedir y escuchar, única manera de comprender el designio de Dios que guía la historia en medio incluso de grandes contradicciones y de obstáculos. De estas pruebas y dificultades, con la ayuda del Señor, el alma sale más humilde, purificada, llena de más amor, sin olvidar la promesa del Señor: que aquel que perseverar hasta el fin, viviendo estar situaciones con dolor y esperanza, salvará su alma.

No dejarse llevar por el derrotismo.

Por tanto, pido a todos no dejarse llevar por derrotismos, ni menos faltas de optimismo sobrenatural: no dejar entrar la visión negativa, las miradas hacia un pasado que nos parecía mejor, porque como nos dijo el Papa, el profeta anuncia siempre el futuro, mira siempre adelante. Tenemos al frente el trabajo pastoral en tantos aspectos de la vida diocesana, que espera nuestro empuje que nace de la fuerza de Dios en cada uno. Hay que continuar al lado de los más sufrientes, de los alejados que quieren volver a encontrar al Señor, de los que están solos y abandonados, de los que están o se sienten en las periferia físicas y espirituales, de los que ha sufrido cualquier tipo de abusos, de poder, de conciencia o sexual. Pero que cada uno tenga la osadía de tomar su lugar, de no vivir “balconeando”, como quien mira desde lejos los momentos que vivimos y las dificultades que sufrimos.

Por el dolor se llega al Amor.

Todo esto no excluye el dolor y la dificultad en nuestro camino; el dolor por el mal que podemos haber causado a otros, el dolor por las víctimas que han quedado a la vera del camino, el dolor por nuestras propias faltas y pecados y la incapacidad para acoger al herido. Todos hemos de examinarnos, cada uno según el lugar donde ha sido llamado al servicio de Dios, partiendo por los ministros del Señor. Pero siempre recordando la enseñanza de San Juan: “cuando alguno pecare no desespere, tenemos por abogado ante el Padre a Jesucristo el Justo, y El mismo es la víctima de propiciación por nuestros pecados”. (1Jn 2, 1-2) y que cada uno de “nosotros no somos salvos sino en esperanza. Si esperamos lo que no vemos todavía, lo aguardamos por medio de la paciencia. (Rm 8, 24-25).

La mirada puesta en el Señor y en su Madre la Virgen María.

Vivamos estos tiempos difíciles de la vida de nuestra Iglesia con la fe puesta en el Señor, con la esperanza en la vida futura, que ya se inicia en esta por la Gracia de Cristo ganada en la Cruz, con la caridad y el amor a todos, sabiendo amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo, al que esta cerca, al que vive contigo, comparte tu mesa o tu trabajo, que son para nosotros los cristianos el mismo Cristo.
Pongamos nuestros ojos en María, la Madre de Jesús, nuestra Madre y la de la Iglesia. Mirémoslas a ella al pie de la Cruz, donde estaba llorando, porque de esas lagrimas de dolor, que en mas de algunos ojos han aflorado en este tiempo, vendrá la salud para nuestros cuerpos y nuestra almas, la purificación de la Iglesia y de cada uno de nosotros, porque “María es el puerto de los que naufragan, consuelo del mundo, rescate de los cautivos, alegría de los enfermos. (San Alfonso Maria de Ligorio, Visitas al Stmo. Sacramento, 2)
Con mi afectuosa bendición y cercanía, pido a todos rezar por cada uno de los obispos y especialmente por mi y por toda nuestra diócesis.

+ Juan Ignacio, Obispo de San Bernardo

San Bernardo, 24 de mayo de 2018