Monseñor Juan Ignacio González, Obispo de San Bernardo, señala en su Carta Pastoral al inicio de los Trabajos Apostólicos del año 2014 invita a los fieles de la Diócesis a formar parte y participar de la Misión Territorial, destacando que “Cada día tenemos mayor conciencia de que parte esencial de la vocación cristiana en su carácter misionero, es decir, su constante apertura al anuncio del Evangelio y de la persona de Jesús, cuyo encuentro es el que verdaderamente transforma a cada persona y a la sociedad…”.
Señala en la misiva que los agentes pastorales “… también son misioneros, tienen obligación de anunciar el evangelio en su medio, en su trabajo, en su barrio, en la junta de vecinos, en la política y el comercio, en la vida social, etc.”Es bueno partir recordando una constatación fundamental: «Los laicos son simplemente la inmensa mayoría del Pueblo de Dios. A su servicio está la minoría de los ministros ordenados. Ha crecido la conciencia de la identidad y la misión del laico en la Iglesia». Esto es claro en los principios, pero necesitamos concretizarlo mucho más en la vida cotidiana. Fortalecer la formación de los laicos, para que asuman cada vez más activa y responsablemente su tarea cristiana en el mundo y en la construcción de la comunidad cristiana. Tenemos que abrir espacios cada vez más amplios de participación para los laicos y laicas en la vida y misión de la Iglesia”.
Además el prelado de San Bernardo destaca que “Concretamente durante este año pido a todas las parroquias y comunidades cristianas que de ellas forman parte, trabajar en la preparación de pequeños equipos de misioneros laicos cuyo objetivo sea visitar en el forma constante una determinada área de la parroquia o familias, llevando la palabra de Dios, un pequeño libro que les ayude en su vida cristiana y que así – anunciado a Cristo – vayan conociendo la realidad de todas las personas y familias de cada sector parroquial. No se trata de un grupo que una vez o dos haga una visita, sino que ellos se vaya transformando en un instrumento de acción apostólica permanente. En ese contacto habitual se vivirá una autentica fraternidad, un vivir la apertura a los otros, un salir de lo propio para ir a los demás”.
Asimismo enfatiza que “Nos enseñan el Papa Francisco que “hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos… Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino”.
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