Agosto viene siempre marcado por algunas fiestas y acontecimientos que nos sirven para enmarcar nuestro caminar espiritual. En su centro se ubica la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María a los cielos, dogma de nuestra fe y que nos enseña que “la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los señores y vencedor del pecado y de la muerte”. La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos y por ello una seguridad de que si nos esforzamos por ser fieles en esta tierra a la llamada divina, llegaremos un día al cielo, donde Ella será nuestra abogada ante el Padre.
Al inicio del mes (4) la fiesta de Santo Cura de Ars no ha recordado que los sacerdotes han sido queridos por Dios en su Iglesia para ser servidores de Dios, predicadores de su palabra y ministros de los sacramentos. El ejemplo de San Juan María Vianney, cura de un pueblo perdido de la Francia post revolución francesa, nos manifiesta que de la coherencia y santidad de una persona pueden seguirse bienes espirituales inmensos para muchos. En especial en tiempo en que la vida desordenada de algunos sacerdotes ha herido a la Iglesia y escandalizado a muchos, volverse una vez mas sobre el servicio silencioso, fiel y perseverante de este hombre es reconfortante y muestra el camina a seguir.
El 9 celebramos una santa de este tiempo. Santa Teresa Benedicta de la Cruz, filosofa, carmelita, virgen y mártir, Patrona de Europa, muerta por odio a la fe en tiempo de la persecución del nazismo contra los judíos. Caminó desde el judaísmo al catolicismo, entregó su vida a Jesús en un monasterio carmelita de Alemania y murió en un campo de concentración sólo por ser de la raza de Nuestro Señor. En un mundo donde lo que se busca muchas veces es figurar, sobresalir y brillar, Teresa hizo lo contrario y por ello es un ejemplo para todo el pueblo de Dios. Junto con San Maximiliano María Kolbe, mártir también de la persecución nazi, que celebramos el día 14, no dan el testimonio de dar la vida por los demás.
Ya pasada la mitad de mes, el 18, se pone ante nuestros ojos la figura amable y cercana de San Alberto Hurtado, que con su vida entregada y su predicación fogosa y decidida, ayudó a mostrar el rostro de Cristo en los que mas sufren y provocó un examen profundo en una sociedad donde pareciera que el bienestar personal fuera el objetivo y la única tónica del vivir moderno. San Alberto sigue hoy golpeando las conciencias de cada uno de nosotros.
El 20 es la fiesta de nuestro celestial Patrono San Bernardo, cuyas reliquias, en este aniversario de nuestra diócesis, andan recorriendo nuestras parroquias y capillas. A él le podemos pedir dos cosas grandes. Que nos haga siempre fieles a la Iglesia y a sus enseñanzas y que nos enseñe a amar a la Madre de Dios, de paso que le rogamos que seamos, como él fue, un pacificador de los conflictos que surgen entre los seres humanos. Al día siguiente se presentará ante nosotros la figura, bastante desconocida, de un Papa Santo, San Pío X, (1835-1914) hijo de una sencilla familia, su padre cartero y su madre costurera, nacido en un pequeño pueblo de Italia y que conservó ya Papa la misma sencillez y bondad que todos le conocieron de joven, sacerdote, obispo y cardenal. Su enseñanza fue determinante para detener el avance de corrientes teológicas que negaban aspectos esenciales de la fe de la Iglesia.
Seguiremos luego con la celebración de un apóstol, San Bartolomé (24) que en los evangelios se nombra por Natanael y de quien el Señor Jesús pudo decir “Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño”, y que proclamó a Jesús como el Mesías: ¡Maestro, Tú eres el hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! Pidámosle también ser testigos valientes, sin olvidar que Bartolomé murió mártir por confesar la fe.
El fin del mes no trae un ramillete formado por dos santas muy famosas y un santo genial. Santa Mónica, la madre de Agustín, que con sus oraciones y lloros logró del Señor la conversión de su hijo, para que las madres que algunas veces ven a sus hijos por malos caminos no desesperen en su petición y Rosa de Lima, la Patrona de América, humilde religiosa, que en el silencio de una entrega olvidada por el mundo, nos hace ver lo que verdaderamente vale a los ojos de Dios. San Agustín, el día 28, nos ayuda a comprender que aunque, como muchos, le arrancan a Dios, El siempre nos busca y nos sale al paso dentro de cada uno: “Te buscaba fuera y Tu estabas dentro”.
Que los santos y santas de este mes, nos ayuden a darnos cuenta que cada uno esta llamado a la santidad, como nos lo enseñó Jesús y nos muestran sus seguidores fieles.
(Editorial Revista Iglesia en San Bernardo, agosto 2012)