Cómo descubrir el espíritu del Concilio

El Papa Benedicto XVI en la últimas semana se ha referido en diversas ocasiones al Concilio Vaticano II, de cuyo inicio celebramos 50 años, aniversario que es una de las razones por las cuales ha querido convocar a toda la Iglesia a un Año de la Fe. En varias de esas intervenciones ha entregado la clave para comprender el sentido profundo de ese gran acontecimiento eclesial: volver a leer los textos del concilio.

En la homilía de apertura del Año de la Fe ha señalado: “Por esto, he insistido repetidamente en la necesidad de regresar, por así decirlo, a la “letra” del Concilio, es decir a sus textos, para encontrar también en ellos su auténtico espíritu, y he repetido que la verdadera herencia del Vaticano II se encuentra en ellos. La referencia a los documentos evita caer en los extremos de nostalgias anacrónicas o de huidas hacia adelante, y permite acoger la novedad en la continuidad. El Concilio no ha propuesto nada nuevo en materia de fe, ni ha querido sustituir lo que era antiguo. Más bien, se ha preocupado para que dicha fe siga viviéndose hoy, para que continúe siendo una fe viva en un mundo en transformación”.

Y en la audiencia general ha dicho: “El beato Juan Pablo II, en el umbral del tercer milenio, escribió: «Siento más que nunca el deber de indicar el Concilio como la gran gracia que la Iglesia ha recibido en el siglo XX. Con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza». Pienso que esta imagen es elocuente. Los documentos del concilio Vaticano II, a los que es necesario volver, liberándolos de una masa de publicaciones que a menudo en lugar de darlos a conocer los han ocultado, son, incluso para nuestro tiempo, una brújula que permite a la barca de la Iglesia avanzar mar adentro, en medio de tempestades o de ondas serenas y tranquilas, para navegar segura y llegar a la meta”.

Son palabras precisas, que expresan una cierta crítica a lo que ha sucedido. Porque todos sabemos que luego del concilio verdaderas montañas de escritos se han publicado, pero – según el Papa – con ellos “a menudo” se nos ha impedido conocer la letra de los mismos.

El año 2005, al comenzar su pontificado, había expresado esta misma idea al señalar: “Surge la pregunta: ¿Por qué la recepción del Concilio, en grandes zonas de la Iglesia, se ha realizado hasta ahora de un modo tan difícil? Pues bien, todo depende de la correcta interpretación del Concilio o, como diríamos hoy, de su correcta hermenéutica, de la correcta clave de lectura y aplicación. Los problemas de la recepción han surgido del hecho de que se han confrontado dos hermenéuticas contrarias y se ha entablado una lucha entre ellas. Una ha causado confusión; la otra, de forma silenciosa pero cada vez más visible, ha dado y da frutos. Por una parte existe una interpretación que podría llamar “hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura”; a menudo ha contado con la simpatía de los medios de comunicación y también de una parte de la teología moderna. Por otra parte, está la “hermenéutica de la reforma”, de la renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha dado; es un sujeto que crece en el tiempo y se desarrolla, pero permaneciendo siempre el mismo, único sujeto del pueblo de Dios en camino. La hermenéutica de la discontinuidad corre el riesgo de acabar en una ruptura entre Iglesia preconciliar e Iglesia posconciliar. Afirma que los textos del Concilio como tales no serían aún la verdadera expresión del espíritu del Concilio. Serían el resultado de componendas, en las cuales, para lograr la unanimidad, se tuvo que retroceder aún, reconfirmando muchas cosas antiguas ya inútiles.”

En este Año de la Fe, es necesario que volvamos a los textos, a la letra del Concilio y vayamos dejando atrás las interpretaciones antojadizas que se han hecho, particularmente en algunos de sus aspectos, como el litúrgico, en que con especial fuerza se ha manifestado un falso rompimiento entre la Iglesia de antes del Concilio y la que le siguió. Volver a leer los textos con sentido de fe y con el deseo de conversión, será uno de los grandes bienes que el Señor suscitará en este Año de la Fe.

+ JIGE

(Revista Iglesia en San Bernardo. octubre 2012)