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Una Mirada de fe, una palabra de esperanza, un gesto de caridad

imagen5El país ha sido remecido desde las mismas entrañas de la tierra. Muchos compatriotas han sufrido el terror y la angustia junto a la pérdida de sus bienes más preciados. Es difícil cuantificar esos bienes y la intensidad de esos temores. De inmediato se han activados los sistemas de ayuda y la solidaridad ha comenzado a fluir en medio, al principio, de un gran desorden. “Se produjeron relámpagos, fragor, truenos y un violento terremoto, como no lo hubo desde que existen hombres sobre la tierra, un terremoto muy violento”.(Ap 16,18). A las primeras horas de confusión siguieron las de ir comprobando los daños y pérdidas de vidas humanas y bienes materiales. También un cierto desconcierto acerca del sentido que puede tener un acontecimiento de esta naturaleza y magnitud. Hemos escuchado con atención -quizá en oración- las descripciones y hemos mirado con pavor las destrucciones y el dolor de tantos hermanos y hermanas. Muchos levantan su mirado al cielo y mirando a Dios se preguntan quizá ¿será que Dios se ha olvidado de mi? Unos lo hacen desde la mirada de la humildad, de reconocerse criaturas, otro desde un cierto enojo y soberbia al descubrir que no dominamos la creación y que ella tiene reglas y medidas que escapan a nuestro dominio y sabiduría. Algunos, miran todo como parte de un azar, inexplicable y caótico, de un mundo que rueda por el universo sin reglas ni medidas.

Pero para los cristianos “Dios es el Señor soberano de su designio”. Para su realización se sirve también del concurso de las criaturas. Esto no es un signo de debilidad, sino de la grandeza y bondad de Dios Todopoderoso. Porque Dios no da solamente a sus criaturas la existencia, les da también la dignidad de actuar por sí mismas, de ser causas y principios unas de otras y de cooperar así a la realización de su designio”. (Catecismo n 306) Dios concede a los hombres incluso poder participar libremente en su providencia confiándoles la responsabilidad de “someter” la tierra y dominarla (cf Gn 1, 26-28). Dios da así a los hombres el ser causas inteligentes y libres para completar la obra de la Creación, para perfeccionar su armonía para su bien y el de sus prójimos. Los hombres, cooperadores a menudo inconscientes de la voluntad divina, podemos por su gracia entrar libremente en el plan divino, y través de las buenas acciones, que son tan necesarias en este momento, padecer-con el que más lo necesita e ir en su ayuda. Entonces llegar a ser plenamente “colaboradores de Dios” (1 Co 3, 9; 1 Ts 3, 2) y de su Reino (cf Col 4, 11)”, por medio del ejercicio de la Caridad.

El acontecimiento fuerte y violento al que hemos asistido y que tanta destrucción ha traído lleva consigo muchos bienes, que poco a poco se van despertando y que son parte de la misteriosa pedagogía de Dios, que como Padre ama y quiere sólo nuestro bien. El ejercicio del amor fraterno, la unidad en torno al bien, el reencuentro como hermanos, el gesto solidario, la palabra de aliento, la preocupación por el otro, brotan del bien que hay en el corazón del hombre que con la ayuda de Dios puede sobreponerse a toda adversidad, pues para el que ama a Dios “todo le sirve para bien” Quizá Dios quiere que comprendamos mejor que la realidad no podemos construirla con nuestras fuerzas humanas La esperanza cristiana nos hace mirar todo con los ojos de la fe e interpretar los signos de los tiempos, como nos enseño Jesús y darnos cuenta que al terremoto de la tierra debe seguir el terremoto en el alma, que sacudida por el dolor propio y ajenos se vuelve con las manos elevadas al Señor de la Historia y reza humildemente Padre Nuestro que estás en los cielos y sale al encuentro del hermano que sufre.

+ Juan Ignacio, Obispo de San Bernardo