En la audiencia general de este miércoles, celebrada en el Aula Pablo VI, el Papa habló sobre la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos (18-25 de enero), en la cual “todos los creyentes en Cristo están invitados -dijo- a unirse en plegaria para testimoniar el profundo vínculo que existe entre ellos y para invocar el don de la plena comunión”.
El Santo Padre puso de relieve que “en el camino para construir la unidad, es providencial que la oración esté en el centro: esto nos recuerda una vez más, que la unidad no puede ser simplemente un producto de la actividad humana; es ante todo un don de Dios. (…) La unidad no la “construimos” nosotros, sino Dios, viene de El, del misterio trinitario”.
Benedicto XVI recordó que el tema elegido este año para la Semana de Oración “hace referencia a la experiencia de la primera comunidad cristiana de Jerusalén, como se describe en los Hechos de los Apóstoles: “Unidos en la enseñanza de los apóstoles, la comunión fraterna, la fracción del pan y la oración”.
“Las cuatro características que definen la primera comunidad cristiana en Jerusalén (…) siguen siendo los pilares de la vida de toda comunidad cristiana y también la única base sólida sobre la que avanzar en la construcción de la unidad visible de la Iglesia”.
Comentando la primera característica, el Papa señaló que “también hoy, la comunidad de los creyentes reconoce en la referencia a la enseñanza de los Apóstoles la norma de la propia fe: todos los esfuerzos por construir la unidad entre todos los cristianos pasa por tanto a través de la profundización de la fidelidad al “depositum fidei” que nos han transmitido los apóstoles”.
“El segundo elemento -continuó- es la comunión fraterna, (…) la expresión más tangible, sobre todo para el mundo exterior, de la unidad entre los discípulos del Señor. (…) La historia del movimiento ecuménico está marcada por las dificultades e incertidumbres, pero también es una historia de fraternidad, de cooperación y de compartir humano y espiritual, que ha cambiado de manera significativa las relaciones entre los creyentes en el Señor Jesús: todos estamos comprometidos a continuar por este camino”.
Por lo que respecta al “momento de la fracción del pan”, tercera característica, el Santo Padre subrayó que “la comunión en el sacrificio de Cristo es la culminación de nuestra unión con Dios y por lo tanto también la plenitud de la unidad de los discípulos de Cristo, la comunión plena”. En este contexto señaló que “la imposibilidad de compartir la misma mesa eucarística, (…) confiere también una dimensión penitencial a nuestra oración, y debe ser un motivo para comprometerse con mayor generosidad de modo que, eliminados los obstáculos a la plena comunión, llegue el día en que será posible reunirse alrededor de la mesa del Señor, partir juntos el pan eucarístico y beber del mismo cáliz”.
“Por último -añadió-, la oración es la cuarta característica de la Iglesia primitiva de Jerusalén”. Rezar “significa abrirse a la fraternidad que deriva del ser hijos del único Padre celestial y estar dispuestos al perdón y a la reconciliación”.
Benedicto XVI afirmó que “como la primera comunidad cristiana de Jerusalén, partiendo de lo que ya compartimos, tenemos que ofrecer un testimonio fuerte, fundado espiritualmente y sostenido por la razón, del único Dios que se ha revelado y nos habla en Cristo, para ser portadores de un mensaje que oriente e ilumine el camino del hombre de nuestro tiempo, a menudo sin puntos de referencia claros y válidos. Por eso -concluyó-, es importante crecer cada día en el amor mutuo, comprometiéndose a superar aquellas barreras que aún existen entre los cristianos: sentir que hay una verdadera unidad interior entre todos los que siguen al Señor; colaborar todo lo posible, trabajando juntos en las cuestiones aún abiertas: y, sobre todo, ser conscientes de que en este itinerario el Señor debe ayudarnos todavía mucho, porque sin El, sin “permanecer en Él” no podemos hacer nada”.
AG/ VIS 20110119 (680)
El Papa invita a los jóvenes a pensar en su vida y en la de los demas cuando conducen
Al final de la audiencia general, el Santo Padre saludó a los miembros de la asociación italiana “Figli in Paradiso: ali tra cielo e terra” (Hijos en el Paraíso: alas entre el cielo y la tierra), de la que forman parte los familiares de los jóvenes y niños fallecidos trágicamente. El Papa les invito a “no dejarse vencer por la desesperación o el abatimiento” y a transformar “el sufrimiento en esperanza como María al pie de la Cruz”.
También exhortó a los jóvenes a “no olvidarse de tener en cuenta el peligro y a actuar en todas las ocasiones con prudencia y sentido de responsabilidad, sobre todo cuando conducís vehículos, para proteger vuestra vida y la de los demás”. Benedicto XVI instó a los sacerdotes que acompañan espiritualmente a estas familias a proseguir con generosidad su servicio y aseguró su oración por “todos los jóvenes que han perdido la vida” y que son “alas entre el cielo y la tierra”.