Carta a los sacerdotes y diáconos

Carta a los sacerdotes y diáconos. Mes de octubre

Carta a los sacerdotes y diáconosMuy queridos sacerdotes y diáconos:

Dice el Papa que el santo cura de Ars enseñaba a sus parroquianos sobre todo con el testimonio de su vida “recordando luego que los fieles aprendían a amar a Jesús en la Eucaristía viendo su ejemplo. “Venid a vivir de Él para poder vivir con Él. Es verdad que no sois dignos pero lo necesitáis”. La educación de los fieles, dice el Santo Padre, era particularmente eficaz cuando lo veían celebrar el Santo Sacrificio de la Misa.

Se trata de un aspecto central en nuestras meditaciones de este año sacerdotal: examinar nuestra manera de celebrar los sacramentos y particularmente la Santa Misa. Ya hace un tiempo que venimos trabajando este tema tan esencial, especialmente después de Exhortación Apostólica Sacramentum Caritatis y la Instrucción Redemptionis Sacramentum. Ahora acaba de ser promulgado la edición castellana del Misal Romano.

Nuestra adhesión fiel y leal a la Santa Sede se debe manifestar en el empeño por cumplir delicadamente todo aquello que en él se señala, tanto en las rúbricas y en la IGMR – en las cuales se han introducido algunas variaciones- como en los textos mismos del Ordinario de la Santa Misa y de las diversas oraciones del propio .Pido a todos vivir con delicadeza las nuevas fórmulas usadas, sobre todo en la celebración de la Misa, dejando pequeños apegos y a expresiones o palabras que antes se usaban y que ahora la Suprema Autoridad ha querido variar.

Pero volvamos a lo que el pueblo cristiano “ve” cuando ejercemos nuestro Ars celebrandi, del que nos habla el Papa. Porque el pueblo cristiano sigue siempre al Buen Pastor (cf. Jn. 10,4) y por ello lo observa y lo escucha con atención, especialmente cuando celebra los Misterios de la fe. Dice San Jerónimo… “y los sagrados cálices y paños, y lo demás que se refiere al culto de la Pasión del Señor (….) por el contacto con el Cuerpo y Sangre del Señor hay que venerarlos con el mismo respeto que su Cuerpo y su Sangre”. (Epístola 114). La Misa del Cura de Ars era la más grande manera de convertir a sus fieles y a cuantos lo visitaban en su pequeña iglesia de Ars. Durante muchos años, según los usos de su tiempo, comenzaba a confesar a la una de la mañana hasta las siete, en que ya con el templo lleno de fieles, celebraba la Santa Misa. Era el momento central de la vida de San Juan María.

¿Y la Misa para nosotros?, queridos hermanos sacerdotes ¿Es verdaderamente el centro y al raíz de la vida cristiana personal y comunitaria?. Quisiera que cada uno reflexionara en el empeño heroico, muchas veces en extremo cansador, de celebrar la Santa Misa para todas las comunidades de la parroquia, aunque ello implique trinar los sábados y domingos. La Misa Dominical es un elemento esencial en el salto de calidad en la vivencia de la fe de nuestras comunidades y deben hacerse todos los esfuerzos para que sólo muy esporádicamente tengan lugar celebraciones dominicales sin misa. Recordemos lo que nos enseñó el Papa en Brasil, en el discurso inaugural de la Asamblea de Aparecida: “De aquí la necesidad de dar prioridad, en los programas pastorales, a la valorización de la misa dominical. Hemos de motivar a los cristianos para que participen en ella activamente y, si es posible, mejor con la familia. La asistencia de los padres con sus hijos a la celebración eucarística dominical es una pedagogía eficaz para comunicar la fe y un estrecho vínculo que mantiene la unidad entre ellos. El domingo ha significado, a lo largo de la vida de la Iglesia, el momento privilegiado del encuentro de las comunidades con el Señor resucitado”.

Asistir al pueblo de Dios con lo más importante- la celebración de la Santa Misa y la renovación incruenta del sacrificio de Cristo en la cruz- es el mayor bien que podemos hacer y, aunque los sacramentos producen su efecto de salvación ex opere operato, las actitudes, disposiciones o formas de celebrar son muy importantes y necesarias para el pueblo cristiano y la para la mas profunda fructuosidad de los mismos.

“Me tengo que retirar, porque voy a prepararme para celebrar la Santa Misa”, dijo un sacerdote a los que con el hablaban poco antes de iniciar la celebración. El Papa nos está dando constante ejemplo de saber detenerse en acción de gracias, en silencios meditativos durante la celebración y después de la comunión. En la patena en que ofrecemos la Hostia Santa, hemos de poner nuestra vida, la de la comunidad que tenemos encomendada y todo lo que la gente nos pide. Cuanto agradece la gente que el sacerdote le diga -y lo haga: “mañana en la Misa pondré esa intención suya o encomendaré a su pariente”.

Queridos hermanos, un peligro serio para nosotros y para nuestra vida sacerdotal es la rutina en la celebración de los Misterios de Dios y sobre todo en la Santa Misa, como nos decía el Cardenal Medina en su charla, al advertirnos que no somos funcionarios. Un peligro muy real es acostumbrarnos a las cosas de Dios y que el pueblo cristiano se de cuenta que hemos perdido el asombro y la mirada de profunda fe ante el Dios con nosotros y particularmente ante el Señor escondido en la Eucaristía. El Cura de Ars con su misa dicha en latín, que seguramente no entendía de todo bien, actuando in persona Christi, transformó y convirtió a miles de personas. Sigamos su ejemplo, venciendo nuestras flojeras, perezas litúrgicas, malas costumbres que se nos pegan en el cotidiano caminar.

Pidamos al Señor que cada uno de nosotros aprenda a celebrar muy bien la Santa Misa, obedeciendo con humildad a cuanto está dispuesto, dejando de lado creatividades personales, porque se trata de que Jesús aparezca y nosotros nos ocultemos. Aprendamos a corregirnos en los pequeños errores que puedan cometerse y aceptemos esa expresión de fraternidad si otro nos ayuda con sus observaciones. Que nuestra Misa sea un verdadero momento de desagravio por nuestros pecados y los del mundo, de acción de gracias por tantos bienes que recibimos, de adoración rendida a la Trinidad Santa; que sea de verdad, la renovación incruenta del Sacrificio del calvario, en el que está María al pie de la cruz, la Madre de los Sacerdotes.

Con mi bendición
+ Juan Ignacio

San Bernardo 15 de octubre 2009