Carta a los sacerdotes y diáconos

Carta a los sacerdotes y diáconos. Mes de Septiembre

Carta a los sacerdotes y diáconosQueridos sacerdotes y diáconos:
Dice el Santo Padre en su carta de convocación del Año Sacerdotal, que el cura de Ars supo “hacerse presente” en todo el territorio de su parroquia: “visitaba sistemáticamente a los enfermos y a las familias; organizaba misiones populares y fiestas patronales; recogía y administraba dinero para sus obras de caridad; adornaba la Iglesia y la dotaba de ornamentos sacerdotales, se ocupaba de los niños huérfanos; se interesaba por la educación de los niños, fundaba hermandades y llamaba a los laicos a colaborar con él”.

Queridos hermanos, que adecuado panorama pastoral para nuestra vida de servicio al Señor y a los fieles éste que nos presenta el Santo Padre: es como una radiografía de la vida de una parroquia y su pastor y – consecuentemente – un nuevo punto de examen para cada uno de nosotros. Repasar con calma en nuestra oración cada una de las tareas pastorales que desarrollaba el cura de Ars será un buen “método pastoral”. Invito a todos a hacerlo personalmente y cuando sea posible, tener entre ustedes un diálogo fraterno acerca de ello.

Es evidente que se trataba de muchos ámbitos pastorales distintos que requerían su atención y por ello, como señala el Papa, todo esto era posible porque “llamaba a los laicos a colaborar con él”. Nos recuerda luego el Papa las enseñanzas del Concilio acerca de la recomendación de “reconocer sinceramente y promover la dignidad de los laicos y la función que tienen como propia en la misión de la Iglesia, los presbíteros deben escuchar de buena gana a los laicos, teniendo fraternalmente en cuenta sus deseos y reconociendo su experiencia y competencia en los diversos campos de la actividad humana, para poder junto con ellos reconocer los signos de los tiempos”.

Creo que en esta importante materia hemos de dar pasos más concretos. En algunas ocasiones puede ser difícil encontrar un grupo de laicos que ayuden fielmente en la mayoría de las tareas pastorales. Pero en otros puede que nos falte a nosotros determinación para incorporar a esos laicos en los consejos que están propuestos y regulados en las normas canónicas, formalizando su pertenencia, consultándolos habitualmente, con reuniones formales y planificadas, etc. Proceder habitualmente de otra forma puede llevar- casi sin darse uno cuenta- a gobernar solo, decidiendo cosas sin escuchar a esas personas que forman parte de los consejos en materia en que son competentes. Se trata de un peligro serio del gobierno pastoral: es acostumbrarse a decidir solo las cosas. Así se cometen muchos errores que luego cuesta rectificar.

Dice San Clemente Romano en su famosa carta a los Corintios “Fijémonos en los soldados que prestan servicio bajo las órdenes de nuestros gobernantes: su disciplina, su obediencia, su sometimiento en cumplir las órdenes que reciben. No todos son generales ni comandantes, ni centuriones ni oficiales, ni todos tienen alguna graduación; sin embargo, cada cual, en el sitio que le corresponde, cumple lo que le manda el rey o cualquiera de sus jefes. Ni los grandes podrían hacer nada sin los pequeños, ni los pequeños sin los grandes; la efectividad depende precisamente de la conjunción de todos”. En efecto, cada uno cumpliendo su función necesita de los otros para llevarla a buen término y nosotros, ministros sagrados, necesitamos de nuestros laicos para que el trabajo pastoral sea profundo. No sólo en cuanto los laicos y laicas que ya nos ayudan cumplen una misión muy específica en las diversas instancias formativas de la parroquia, (catequesis, ayuda fraterna, etc.) sino en cuanto a su leal consejo, que debemos escuchar “de buena gana” por medio de los organismos previstos. Todos entendemos que esos organismos no son expresiones democráticas o representativas del Pueblo de Dios, que nada tiene que ver con la vida de la Iglesia, sino manifestaciones de la comunión de los fieles con sus pastores propios.

Con el fin de ir contando con laicos debidamente preparados y siguiendo lo que se nos dice en Aparecida acerca de la formación doctrinal, pastoral, espiritual y de un adecuado acompañamiento (A.212) para que puedan dar testimonio de Cristo, la diócesis ha organizado por medio del ISCR, las Vicarias para la educación y la familia, la Pastoral Social, muchas actividades de formación permanentes que van ya dando sus frutos. Ya son muchos los laicos y laicas que han recibido o están recibiendo esa formación continua. De entre esas personas y otros deben salir los laicos que como agentes pastorales integren los diversos organismos pastorales de la parroquia. Entonces surge la pregunta: ¿envío a esos cursos a los que estimo necesario y con condiciones y me empeño en animarlos para que perseveren hasta el final? O algunas veces tengo distancias y reticencias y dejo las cosas pasar sin empeñarme en serio para que personas se integren a esas actividades, se formen, vivan mas profundamente la comunión con sus pastores y especialmente con el párroco.

La paulatina expansión y crecimiento de la vida diocesana y parroquial, la necesidad de preparar a muchos laicos para el trabajo misionero en el contexto de la misión diocesana, especialmente para las etapas que vienen, hace necesario que muchas personas de nuestras comunidades vayan tomando responsabilidades y llevando adelante las tareas pastorales en la que nosotros los sacerdotes no necesariamente debemos estar o no tenemos el tiempo para estar, permitiéndonos dedicar mayor disponibilidad a lo propio nuestro: la predicación, los sacramentos, la atención espiritual de los que requieren al sacerdote, etc.

Pido a todos que meditemos estas breves consideraciones, que pueden servirnos para hacer más eficaz nuestro servicio al pueblo cristiano que nos ha sido encomendado.

Invoco sobre todos la protección de la Virgen María y del Santo Curas de Ars, en este año sacerdotal, en que su figura y su vida deben guiar la nuestra como pastores del pueblo de Dios que camina en San Bernardo.

+ Juan Ignacio González