Intervención ante la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados
Valparaíso, 7 de abril de 2009.
1. Con nuestra mejor disposición volvemos a la Cámara de Diputados, representando a la Conferencia Episcopal de Chile, para proponer la mirada de la Iglesia, que es una visión en consecuencia con el Evangelio de Jesucristo, pero que la hacemos ahora no desde la sola perspectiva de la fe sino desde la comprensión de los derechos y deberes del ser humano y de las sociedad organizadas acerca de los delicados temas que están como trasfondo del Proyecto de Ley sobre información, orientación y prestaciones en materia de regulación de la fertilidad (Mensaje Nº 667-357).
2. Venimos acá con el mayor respeto y también con humildad. No estamos empeñados en imponer puntos de vista ni tampoco estamos promoviendo subrepticiamente la adopción de políticas públicas hechas a la medida de nuestra fe o de nuestra moral.
3. Digo esto expresamente porque algunas personas, celosamente defensoras de la libre expresión de todos, descalifican el aporte de las iglesias cristianas y tienden a ridiculizar el propósito que nos anima. Personas que ayer defendían a la Iglesia ante quienes nos arrinconaban en nuestras sacristías por defender los derechos humanos es doloroso verlas hoy pretendiendo encerrar a la Iglesia en la “sacristía” de una fe “privatizada” y limitando nuestra palabra a los ámbitos de la feligresía. La misión de la Iglesia es aportar a todos los hombres y mujeres la vida plena ofrecida por Cristo, plenitud de vida digna en lo espiritual y en lo material.
4. Hablamos por el inmenso amor que sentimos por Chile y por el bien que deseamos para su pueblo. Lo hacemos como lo han hecho antes arzobispos, obispos, sacerdotes e innumerables laicos varones y mujeres, ante la incomprensión de muchos en su tiempo, cuya palabra ha sido ampliamente agradecida por varias generaciones y reconocida en la perspectiva de la historia, entre ellos San Alberto Hurtado.
5. También concurrimos a esta honorable instancia con una gran preocupación en dos ámbitos. Por una parte, nos inquieta que un asunto tan delicado, que toca la vida humana, la base de la familia, la educación de las nuevas generaciones, se aborde de un modo reductivo, desde una sola dimensión, la de las políticas de contraconcepción.
Por otra, nos causa gran preocupación que este debate se sitúe en un contexto político previo a las elecciones, en que los actores políticos van perfilando sus candidaturas junto a sus bases programáticas y discursos de campaña, al mismo tiempo que negocian nombres y cupos. Siendo los temas de la vida humana y de la familia de tanta trascendencia para el país, como lo ha señalado la Presidenta de la República; no nos parece ni sano ni bueno para Chile que estas decisiones de alto contenido valórico se desarrolle en medio de los vaivenes y del calor electoral. Y mucho menos que ello sea abordado con carácter de urgencia.
6. Desde las \”Normas Nacionales para la Regulación de la Fertilidad Humana\”, punto de partida de la actual discusión y sobre las cuales hemos entregado oportunamente nuestro parecer, consideramos que nuestro país necesita que una primera palabra sobre estos temas se refiera a la valoración de la procreación en el contexto del matrimonio y de la familia, de la vida y del desarrollo del país.
7. Esto incluye una necesaria educación hacia la responsabilidad de ese maravilloso don de Dios que es la sexualidad humana. Ha ocurrido en el último tiempo que a la sexualidad se la ha desvinculado de las realidades en las que ella encuentra pleno sentido, lo que a algunas personas les parece un signo de la libertad y del progreso. Primero se la ha desvinculado del matrimonio, luego de la procreación y finalmente del amor. Es a corregir esta situación lo que he querido decir cuando he hablado que nuestra preocupación ciudadana y gubernamental debería orientarse fundamentalmente hacia “el día antes” y no tanto hacia “el día después”. Es decir una auténtica prevención coherente con la dignidad del ser humano y que aporte una solución de fondo a los problemas derivados del mal uso de la sexualidad humana.
8. Lo que se busca garantizar con este tipo de políticas y proyectos es ofrecer a las personas la posibilidad de eliminar la vida humana resultante de sus relaciones sexuales irresponsables. Todo el resto de la discusión (sobre el amor, el compromiso, la vida sexual y la familia; sobre el origen de la vida humana y las condiciones para que viva y se desarrolle), aparece aquí como algo secundario, sin importancia, en relación a este fin que se persigue y que significa, en palabras muy simples, ofrecer socialmente un modo de deshacerse de este “problema” que es, según esta mirada, el hijo o la hija por nacer. Una visión que oprime la dignidad del ser humano, deshumanizándolo.
9. Se enarbola como argumento que estas políticas terminan con los embarazos precoces y el aborto como problema social. Pero ¿no es justamente la promiscuidad sexual que estas políticas favorecen la que deriva inevitablemente en los embarazos precoces?
10. Es la educación de los valores morales la que nos ayuda a crecer como seres humanos. Sin ésta, como consecuencia, no se contribuye al desarrollo de una sociedad sana y responsable. Para que las políticas sanitarias sean efectivas se requiere educar y proteger el desarrollo moral adolescente, fortaleciendo en esta dimensión el apoyo de la familia y de la escuela. Al Estado le cabe la responsabilidad de respetar la procreación, proteger a las familias en la acogida de sus hijos, apoyarlas en los medios materiales que permitan su desarrollo. También le cabe al Estado, junto a las familias, velar para que los jóvenes aprendan a valorar el matrimonio, la familia y la procreación en el contexto de una paternidad y una maternidad responsables.
11. Lamentablemente, en el Proyecto de Ley que se analiza, la “educación” se reduce a información sobre las “técnicas” disponibles para impedir el embarazo o para eliminar la vida humana. Y ello ocurre por una razón muy simple: la antropología que subyace entiende a la persona humana desde una mirada incompleta: un ser hedonista, materialista e individualista.
12. Comparto la idea planteada en el Mensaje del proyecto de que es necesario que el Estado convoque a una sexualidad y paternidad responsable, pero creo que su enfoque debe apuntar muy prioritariamente a entregar todos los elementos preventivos para que ellas sean ejercidas conforme a la dignidad y a la naturaleza humana, con pleno respeto por el primer y más fundamental derecho, el de la existencia. Es decir, debe apuntar mucho más a la expansión del sentido moral y ético del ejercicio de la sexualidad, y no sólo, como anuncia el Mensaje de este proyecto, a aspectos calificados como de “desarrollo personal, emocional, psicológico, afectivo, etc.”, de modo de tender a resolver las consecuencias de un uso banal e irresponsable de ella. Es decir una auténtica prevención coherente con la dignidad del ser humano. Así puede llegarse con mucho más eficacia a lo que se pretende en cuanto a promover “la reflexión y el aprendizaje significativo para la toma de decisiones”. Porque estamos hablando de personas y no de animales. Esto es un mucho mayor deber de las autoridades que la entrega de métodos anticonceptivos.
13. También se dice en el Mensaje que “el objetivo del proyecto es reconocer legalmente los derechos que las personas tienen en materia de regulación de su fertilidad y, como contrapartida, los deberes que el Estado tiene en la materia”. Quisiera decir que un deber anterior y superior del Estado en esta materia es el de contribuir con el conjunto de la sociedad a fortalecer los deberes de las personas para que ejerzan sus derechos conforme a criterios y normas morales y éticas dignas de los seres humanos y en función del bien común, haciendo como consecuencia un uso consecuente de los deseos individuales. Garantizar los derechos sin propender a sus correspondientes, –y en este caso anteriores–, deberes corre el riesgo, como lo hemos experimentado en nuestra patria y otras partes del mundo, a que aquellos no sean respetados en su integridad sino reducidos a una mera aspiración ideológica.
14. De nada sirven las políticas para “el día después” si no se aborda con seriedad las respuestas de la sociedad a las preguntas y desafíos “del día antes”.
Porque:
– el día antes es cuando las familias y el Estado deben educar para que los seres humanas seamos respetadas en nuestra dignidad de personas, por lo que somos y no por nuestros bienes, posición o creencias;
– el día antes las personas que se aman descubrirán que la mayor belleza del amor está en buscar el mayor bien para el ser amado. No es amor el bienestar de un rato, no ama quien se protege de ti, no ama la persona sin nombre que ofrece y busca placer fugaz para luego desaparecer de tu vida. Eso se enseña y se aprende el día antes, no sólo en teoría, también desde el testimonio de los padres y de los principios predominantes en la sociedad;
– el día antes los jóvenes podrán comprender y valorar la sexualidad como un regalo al servicio del amor, en la búsqueda de su felicidad y proyección en el matrimonio y la familia, que acoge a los hijos con el mismo amor;
– el día antes las sociedades y sus instituciones podrán ofrecer los mínimos que cada familia necesita para acoger a los hijos, como son empleos e ingresos dignos, viviendas dignas, un acceso digno a educación y a salud, un entorno amable que permita a sus miembros actuales y futuros desarrollarse en plenitud;
– el día antes podemos mostrar a los niños y jóvenes que la felicidad no equivale al éxito, que no cualquier medio es válido para “triunfar en la vida”, y que la libertad no exime la responsabilidad, porque una falsa libertad o libertinaje trae consigo mayores cadenas. Tal vez nos permite el gozo efímero pero nos deja, al final del día, sumidos en la soledad y la incertidumbre.
15. Todo esto tenemos que trabajarlo el día antes. Sin embargo, durante los últimos años la sociedad política chilena y sus instituciones apuntan más bien a eliminar “el problema” del día después. Resulta difícil de comprender que un Estado promueva un bono a las madres por cada hijo nacido, y que al mismo tiempo establezca políticas públicas en función del hijo que no se desea.
16. Una última observación que me parece relevante y coherente con lo ya dicho, es que, en este contexto, llama poderosamente la atención que al momento de concretar las acciones preventivas el énfasis de este proyecto aparece puesto en la información. Y se radica la competencia del Estado en esta materia, así como respecto de la orientación para la vida afectiva y sexual, en el Ministerio de Salud, a través de un Reglamento, mostrando nuevamente una visión muy reductiva del problema del uso responsable y humano de la sexualidad. Nos parece que no es este el órgano adecuado para brindar formación para la vida afectiva y sexual “con completo respeto por las creencias y formación personales de cada individuo” como se dice para este proyecto.
¿Por qué se excluye a todo el sistema educacional del país, municipal y privado? Da la impresión que la única intención de este proyecto es que se trata solamente de poner a disposición de la población “métodos anticonceptivos, tanto hormonales como no hormonales”, y se los menciona, incluyendo los de “emergencia”, que, como sabemos, se refiere a la comúnmente llamada “píldora del día después”. Se trataría sólo de un modo de superar el obstáculo que han significado los pronunciamientos del Tribunal Constitucional y la Contraloría.
17. Para quienes creemos en Cristo, el fruto de una relación sexual no es un problema sino una vida humana que merece nacer, crecer, ser amada y desarrollarse en plenitud. Independientemente de nuestras convicciones de fe, creemos junto a muchos que una sociedad que entiende la relación sexual exclusivamente desde la perspectiva individualista y hedonista, es una sociedad en evidente estado de deterioro.
18. Mons. Fernando Chomalí explicará, a continuación, algunos aspectos antropológicos y técnicos más específicos acerca del Proyecto. Agradezco mucho este espacio que nos brindan para expresar nuestro punto de vista que sólo busca, como hemos dicho, el mayor bien de nuestro país y de su gente.
+ Alejandro Goic Karmelic
Obispo de Rancagua
Presidente de la Conferencia Episcopal de Chile