El Papa ha escrito una carta al Presidente del Consejo de Ministros italiano, con ocasión de la reunión de los jefes de Estado y de Gobierno del grupo de los países más industrializados (G8), que tendrán lugar en L’Aquila del 8 al 10 de julio.
Benedicto XVI escribe que Juan Pablo II “estaba convencido de que la liberación del peso de la deuda de los países más pobres y la erradicación de las causas de la pobreza extrema en el mundo dependían de la plena asunción de las responsabilidades solidarias con la humanidad que tienen los gobiernos y los estados económicamente más avanzados”.
Sin embargo, a pesar de que uno de los objetivos del milenio era eliminar la pobreza extrema en el mundo antes del 2015, el Papa explica que “la crisis financiera y económica que afecta a todo el mundo desde principios de 2008 ha cambiado el panorama, y ahora no sólo se ha apagado la esperanza de salir de la pobreza extrema, sino que incluso existe la posibilidad de que caigan en la miseria poblaciones que hasta ahora gozaban de un mínimo bienestar material”.
“Con la misma fuerza con que Juan Pablo II pidió condonar la deuda externa, hago un llamamiento a los países miembros del G8, a los otros Estados representados y a los Gobiernos de todo el mundo para que la ayuda al desarrollo, sobre todo la dirigida a “valorizar” los “recursos humanos”, se mantenga y se potencie no sólo a pesar de la crisis, sino precisamente porque es una de las principales soluciones a la misma”.
Tras poner de relieve que “el tema del acceso a la educación está íntimamente relacionado con la eficacia de la cooperación internacional”, el Santo Padre subraya que “la educación es una condición indispensable para el funcionamiento de la democracia, para la lucha contra la corrupción, para el ejercicio de los derechos políticos, económicos y sociales y para la normalización efectiva de todos los Estados, pobres y ricos”. En este sentido, recuerda la labor educativa de la Iglesia Católica y de otras confesiones religiosas en las regiones más pobres y abandonadas del planeta.
El Papa recuerda que “la medida de la eficacia técnica de las medidas que hay que adoptar para salir de la crisis coincide precisamente con la medida de su valor ético”, y subraya que hay que tener en cuenta “la efectiva creación de empleo para todos, que consienta a los trabajadores atender dignamente sus necesidades familiares y dar cabida a la responsabilidad primaria que tienen de educar a sus hijos y ser protagonistas en las comunidades de las que forman parte”.
A los países del G8, les insta a “reformar la arquitectura financiera internacional para asegurar la coordinación eficaz de las políticas nacionales, evitando la especulación crediticia y garantizando una amplia disponibilidad internacional de crédito público y privado al servicio de la producción y del trabajo, especialmente en los países y en las regiones más desaventajadas”.
“La legitimación ética de los compromisos políticos del G-8 exige que se confronten con el pensamiento y las necesidades de toda la Comunidad Internacional”, precisa el Papa, y resalta “la importancia de reforzar el multilateralismo, no sólo para las cuestiones económicas, sino también en todo lo relacionado con la paz, la seguridad mundial, el desarme, la salud, la salvaguardia del ambiente y los recursos naturales para las generaciones futuras”.
El pontífice alienta a que “se escuche la voz de África y de los países menos desarrollados económicamente y que se busquen formas eficaces para enlazar las decisiones de las distintas agrupaciones de países, incluido el G8, a la Asamblea de las Naciones Unidas, donde cada nación, independientemente de su peso político y económico, puede expresarse legítimamente en una situación de igualdad con las demás”.
Tras subrayar que la cumbre se realizará en la zona afectada por el terremoto del pasado mes de abril, L’Aquila, Benedicto XVI señala que toda la ayuda recibida por esta región es “una movilización solidaria que puede constituir una invitación a los miembros del G8 y a los gobiernos y pueblos del mundo para afrontar unidos los actuales retos que sitúan improrrogablemente a la humanidad frente a decisiones decisivas para el destino mismo del hombre, íntimamente relacionado con el de la creación”.