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Sobre el sentido intimo del Santo Escapulario de la Bienaventurada Virgen María

imagen1Hace siete siglos, como la tradición nos transmite, encontrándose la orden del Carmen en un grave peligro, la Bienaventurada Virgen María apareció a san Simón Stock, teniendo en sus benditas manos el escapulario y diciéndole: “Esto será para ti y para todos los Carmelitas un Privilegio: que el que muera con él no padecerá el fuego eterno”. Añadiéndosele posteriormente la promesa de ayuda a las almas del Purgatorio, por el así llamado Privilegio Sabatino, de tal forma creció la devoción del Santo Escapulario del Carmen, que junto con el Santísimo Rosario, se convirtió en forma universal de piedad Mariana. Los fieles, en efecto, desde hace siglos visten el escapulario por toda la redondez de la tierra. Y lo valoran, por una parte, como prenda de la especial protección de la Bienaventurada Virgen María, y por otra, como profesión de una piedad delicada hacia la misma Santísima Virgen. De aquí que invoquen a la Sma. Virgen del Carmen y a Ella le dediquen templos, ciudades, grupos humanos y naciones enteras. Nuestros Sumos Pontífices han recomendado esta devoción de los fieles con su palabra y con su ejemplo.

El Carmelo es, en efecto, todo Mariano. Gozando desde antiguo del singular titulo de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, la orden Carmelita se titula efectivamente: “Orden de los hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo. Esta es, en efecto su Gloria y esta es también su confianza. Como orden, su hábito es también todo mariano, en virtud de la íntima conexión entre vestido y estado de vida.

Las grandes promesas de la Bienaventurada Virgen María son las que en una forma concreta y fácil de comprender para todos, proporcionan y dan valor a esta devoción hacia la Santísima Virgen. Son, en efecto, la aplicación práctica, aprobada y recomendada por la Iglesia de aquel conocidísimo principio: ningún devoto de María perecerá eternamente, o también: la devoción a la Madre de Dios es signo de predestinación. El Santo Escapulario, proporcionando este valor en una forma tan concreta, infunde una gran confianza en la B. V. María, que con tanto esmero cuida a sus devotos y con tal poder, que bajo su patrocinio, pueden estos abrigar una esperanza firmísima y hasta ilimitada de conseguir la salvación eterna.

Es cierto que la esperanza teológica no excluye del todo el temor proveniente de la fragilidad de la naturaleza humana; sin embargo, este temor muy saludable, viene compensado por la consideración de aquel motivo sobrenatural instituido por el poder, la misericordia y la fidelidad de la Santísima Virgen María.

La devoción del Santo Escapulario tiene como fundamento la singular trascendencia de la Madre de Dios, que colocada privilegiadamente sobre todo lo creado, tiene en sus manos todas las cosas en la actual economía de la Salvación. Teniendo esto presente, no es de admirar que a la devoción del Santo Escapulario se le confiaron tan grandes promesas sobrenaturales. Inscritos entre los devotos de la B. Virgen María y colocados bajo la tutela de la Madre, no hemos de dudar un momento de nuestra salvación eterna. Solo hemos de procurar que, llevando el vestido de María hasta la muerte, perseveremos en su fe y servicio, poniendo fielmente en sus manos de omnipotencia suplicante la forma de concedernos Su ayuda.

Ciertamente que destruiría por completo el sentido de las promesas, quien pusiera su esperanza en llevarlo sólo exteriormente y creyéndose dispensado de cuidad su salvación “con temor y temblor”. Invocamos la protección de la Santísima Virgen no para vernos libre de practicar las virtudes, sino para alcanzar la gracia de poder practicarlas; no por el hecho de carecer de la gracia hay que apartar a los hombres de la devoción, lo mismo que la fe y la esperanza hay que cultivarlos siempre, más aún, fomentarlos, aun antes que la caridad se infunda. El Santo Escapulario no es símbolo de cualquier devoción mariana, sino de aquella perfecta devoción que se le debe a la Santísima Virgen, muy unida a la devoción de la religión, que es debida a Dios. En efecto, el Santo Escapulario es el signo de una orden, cuya vida se consagra de forma estable al servicio de Dios y de su Santísima Madre.

El Santo Escapulario es más que un simple memorial o un distintivo o un signo de servidumbre; es un vestido que la Madre impone a los hijos y por el cual nos expresamos como hijos permanentemente, día y noche.

Trayéndonos continuamente a la mente el recuerdo de María, el Santo Escapulario fomenta el sentido íntimo de nuestra pertenencia a Ella y del pacto con Ella contraído, sintiéndonos así siempre protegidos.

Así el Santo Escapulario no conduce como de la mano al mismo corazón del Cristianismo. A conseguir ese efecto contribuye la misma sencillez del Santo Escapulario tan adaptable a todos los fieles, pero bajo cuya sencillez hay latente una profundidad; tanto más admirable cuanto es el hecho de que a algo tan simple vayan vinculados valores espirituales tan grandes.

Aún hay que notar en el Santo Escapulario algo importante: el hecho de que la vida eterna, apoyada en las promesas de la Santísima Virgen, imprime en nuestra existencia una orientación profundamente cristiana.

En esto consiste la esencia del Cristianismo: el Evangelio de la Salvación por Jesucristo, Hijo de Dios, que venciendo la muerte nos abrió las puertas de la eternidad.

La devoción, pues, del Santo Escapulario, en cuanto que nos muestra la bondad de Dios y de su Santísima Madre para con nosotros, fomenta grandemente la esperanza; igualmente manifestando nuestra flaqueza y debilidad, fomenta por otra parte la humildad, por lo que, con toda propiedad, puede llamarse: la Devoción de la esperanza y de la humildad.

P. Bartolomé María Xiberta O. Carm.