CIUDAD DEL VATICANO, 9 MAY 2009 (VIS).-A las 11,30, el Papa se trasladó a la Mezquita “Rey Hussein Bin Talal” de Amman, erigida por voluntad del Rey Abdalá II en memoria de su padre, e inaugurada en 2006. Antes, el Santo Padre visitó también el Museo Hachemita, que está junto a la mezquita.
A continuación tuvo lugar el encuentro con los jefes religiosos musulmanes, el cuerpo diplomático y los rectores de las universidades jordanas frente al lugar de culto.
Al inicio del acto dijo unas palabras el Príncipe Ghazi Bin Talal, uno de los firmantes del mensaje “Una palabra común entre nosotros y vosotros” (13 de octubre 2007) dirigido por 138 sabios musulmanes al Papa y a los responsables de otras Iglesias y confesiones cristianas. Al mensaje respondió el cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone, en nombre del Papa. La delegación de los líderes musulmanes, encabezada por el Príncipe Ghazi fue recibida por Benedicto XVI en el Vaticano el pasado 6 de noviembre.
Benedicto XVI expresó su preocupación por el hecho de que algunos consideren que la religión “es necesariamente una causa de división en nuestro mundo” y se pregunto si “a menudo no es verdad que la manipulación ideológica de la religión, a veces con fines políticos, es el “catalizador” real de las tensiones y de las divisiones y a menudo también de las violencias en la sociedad”.
Musulmanes y cristianos, dijo, “deben ser coherentes en dar testimonio de todo lo que es justo y bueno, teniendo siempre en cuenta el origen común y la dignidad de cada persona humana, que es la cumbre del designio creador de Dios para el mundo y para la historia”.
El Santo Padre elogió las iniciativas de los educadores jordanos y de los líderes religioso y civiles “para que el rostro público de la religión refleje su verdadera naturaleza” y destacó que la colaboración entre cristianos y musulmanes en este país “es un ejemplo alentador y persuasivo para la región, y en realidad para el mundo, de la contribución positiva y creativa que la religión puede y debe dar a la sociedad civil”.
El Papa hizo hincapié en la necesidad de que cristianos y musulmanes asuman “el desafío de cultivar para el bien, en el contexto de la fe y de la verdad, el gran potencial de la razón humana. (…) Como creyentes en el único Dios -dijo- sabemos que la razón humana es en sí misma un don de Dios y se eleva al plano más alto cuando es iluminada por la luz de la verdad de Dios. En realidad, cuando la razón humana consiente humildemente ser purificada por la fe no se debilita; al contrario, se refuerza al resistir a la presunción de ir más allá de los propios límites. De esta manera, la razón humana se refuerza en el empeño de perseguir su noble objetivo de servir a la humanidad”.
“Por tanto -añadió-, la adhesión genuina a la religión -lejos de limitar nuestras mentes- amplía los horizontes de la comprensión humana. Esto protege a la sociedad civil de los excesos de un ego ingobernable, que tiende a absolutizar lo finito y a eclipsar el infinito; de esta manera, asegura que la libertad se ejerza en consonancia con la verdad y enriquece la cultura con el conocimiento de lo que concierne a todo lo que es verdadero, bueno y bello”.
Benedicto XVI recordó que “precisamente porque nuestra dignidad humana da origen a los derechos humanos universales, éstos valen igualmente para todos los hombres y mujeres, independientemente de su religión, grupo social o étnico. En este contexto, debemos observar que el derecho a la libertad religiosa va más allá de la cuestión del culto e incluye el derecho -especialmente de las minorías- al justo acceso al mercado de trabajo y a los demás ámbitos de la vida civil”.
Antes de terminar, el Santo Padre señaló que la presencia en este encuentro del patriarca de Bagdad, Su Beatitud Emmanuel III Delly, le recordaba “a los ciudadanos del cercano Irak, muchos de los cuales han hallado una cordial acogida en Jordania. Los esfuerzos de la comunidad internacional por promover la paz y la reconciliación, junto con los de los líderes locales -dijo- deben continuar para que tengan sus frutos en la vida de los iraquíes. (…) Pido una vez más con insistencia a los diplomáticos y a la comunidad internacional, así como a los líderes políticos y religiosos locales, que hagan todo lo posible para asegurar a la antigua comunidad cristiana de aquella noble tierra el derecho fundamental a una coexistencia pacífica con sus propios ciudadanos”.