El 13 de mayo pasado, a los pies de la Santísima Virgen Nuestra Señora Aparecida en Brasil, he inaugurado con gran gozo la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe.
Conservo vivo el grato recuerdo de dicho encuentro, en el que he estado unido con vosotros en el mismo afecto por vuestros queridos pueblos y en la misma solicitud por ayudarles a ser discípulos y misioneros de Jesucristo, para que en Él tengan Vida.
Al mismo tiempo que expreso mi reconocimiento por el amor a Cristo y a la Iglesia, y por el espíritu de comunión que ha caracterizado dicha Conferencia General, autorizo la publicación del Documento Conclusivo, pidiendo al Señor que, en comunión con la Santa Sede y con el debido respeto por la responsabilidad de cada Obispo en su propia Iglesia particular, sea luz y aliento para una fecunda labor pastoral y evangelizadora en los años venideros.
En este Documento hay numerosas y oportunas indicaciones pastorales, motivadas con ricas reflexiones a la luz de la fe y del contexto social actual. Entre otras, he leido con particular aprecio las palabras que exhortan a dar prioridad a la Eucaristía y a la santificación del Día del Señor en los programas pastorales (cf. nn. 251-252), así como las que expresan el anhelo de reforzar la formación cristiana de los fieles en general y de los agentes de pastoral en particular. En este sentido, ha sido para mí motivo de alegría conocer el deseo de realizar una “Misión Continental” que las Conferencias Episcopales y cada diócesis están llamadas a estudiar y llevar a cabo, convocando para ello a todas las fuerzas vivas, de modo que caminando desde Cristo se busque su rostro (cf. Novo millennio ineunte, 29).
A la vez que invoco la protección de la Santísima Virgen en su advocación de Aparecida, Patrona del Brasil, y también en su advocación de Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de América y Estrella de la Evangelización, os imparto con afecto la Bendición Apostólica.
Vaticano, 29 de junio de 2007, solemnidad de los santos Apóstoles Pedro y Pablo.