HOMILÍA EN LA SANTA MISA DE ACCIÓN DE GRACIAS POR LOS 100 AÑOS DE LA CASA GENERAL DE LA PROVINCIA CHILENA DE LA CONGREGACIÓN DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN.
San Bernardo, 28 de septiembre de 2007
Queridas hermanas de la Congregación de la Inmaculada Concepción.
Hace 100 años, en este mismo lugar, quedaba instalada la Casa General de la Provincia Chilena de la Hermanas de la Caridad Cristiana Hijas de la Bienaventurada Virgen María de la Inmaculada Concepción, fundadas el 21 de agosto de 1840 en Padeborn, Alemania, por la Beata Paulina von Mallinckroft. Cinco años más tarde era erigida esta Iglesia por el Arzobispo de Santiago, don Juan Ignacio González Eyzaguirre, sobrino del fundador de nuestra ciudad, y en la que hoy nos encontramos, según consta en el decreto 591 de 17 de enero de 1912 y unos después, el 4 de enero de 1913, el vicario General del Arzobispado de Santiago, don Martín Rucker, luego primer Obispo de Temuco, dio las licencias para que se erigiera el Vía Crucis de esta Iglesia.
La Beata Paulina, fundadora de la congregación, fue una de esas almas privilegiadas que el Señor suscita en la Iglesia de tiempo en tiempo y que de tal manera son capaces de escuchar la voz del Señor, que luego Él les permite traducirla en obras que perduran, como la congregación de la Inmaculada, cuyo centenario en nuestra ciudad y diócesis hoy celebramos. Desde pequeña absorbe con avidez la formación cristiana que le imparte su madre con amor. Hereda de ella una fe profunda, un gran amor a Dios y a los pobres y una férrea adhesión a la Iglesia católica y a sus pastores. De su padre hereda la firmeza de carácter, sólidos principios, respeto hacia los demás y el cumplimiento de la palabra empeñada. Su profesor particular de religión el sacerdote Antonio Claessen, más tarde Obispo Auxiliar de Colonia, es también muy determinante en su camino espiritual.
A los 18 años recibe el sacramento de la Confirmación y se hace habitual en ella la Misa diaria. Un poco más tarde su confesor, el prelado Claessen, le permite la comunión diaria, algo infrecuente en esa época. Fruto de la Confirmación, es también, la decisión de Paulina de consagrar su vida entera al servicio de Dios y negarse a contraer cualquier vínculo o enlace conyugal.
Impulsada por la fuerza de la gracia organiza la Liga Femenina para el cuidado de los enfermos pobres. Luego funda un jardín útil para atender a los niños de las madres que deben trabajar fuera de su hogar para ganar el sustento diario de la familia. Es también la presidenta de la Liga Femenina Católica, fundada por el Obispo Laurent, su consejero, que tiene por objeto luchar contra los matrimonios mixtos, una realidad compleja en la Alemania de su época y también en la nuestra, pues no siempre estos matrimonios entre persona católica y otra que no lo es asegura la educación en la fe de los hijos.
En 1842 poco después de la muerte del señor von Mallinckrodt, el doctor Hermann Schmidt le confía a Paulina el cuidado de unos niños ciegos muy pobres.
Ella los atiende con la exquisita afabilidad que la caracteriza y cuya fuente es el trato íntimo con la Eucaristía. Y como Dios sabe guiar todo según sus planes, son los niños ciegos los que darán origen a la Congregación. Porque a Paulina la admiten en distintas Congregaciones religiosas pero no así a los ciegos.
Paulina pide una vez más consejo a Monseñor Antonio Claessen quien después de escucharla atentamente y de hacer mucha oración le hace ver que ella está llamada por Dios a fundar una Congregación. Y obtenida la aprobación del Obispo de Paderborn Monseñor Francisco Drepper funda la Congregación con 3 compañeras más.
Bendecida por la Iglesia la Congregación florece y se extiende rápidamente en Alemania; pero como toda obra grata a Dios debe ser probada por el sufrimiento. Son los tiempos de la persecución a la Iglesia por el Canciller del Reich Otto von Bismark que en 1871 emprende una dura oposición contra la Iglesia Católica.
Tanto la casa de la Congregación de la Beata Paulina como muchas otras instituciones son suprimidas por un poder político que actúa injustamente y que quiere reducir a la fe de los católicos a la esfera de lo sólo privado y familiar, sin expresiones públicas. Paulina descubre la mano de Dios en esto y el camino de la cruz que marca siempre sus obras y se abandona en las manos del Señor, pero actúa, se mueve, no deja el ideal que el Señor le ha comunicado y decide comenzar las fundaciones en otras naciones. El primer paso es la cercana Bélgica donde abre una casa para sus hijas.
La Congregación llega a Chile
El 8 de septiembre de 1874, partieron de la casa matriz de Padeborn doce hermanas con su capellán, acompañadas hasta Burdeos por la misma madre Paulina y otra religiosa. El 12 se embarcaron y después de una feliz navegación, llegaron sin novedad a Valparaíso, el 21 de octubre de ese año. Pero su viaje era aún más largo, y casi de inmediato lo reemprendieron hacia San Carlos de Ancud, donde habían sido solicitadas por el Obispo don Francisco Solar Mery, ilustre prelado Mercedario que regía esa antigua diócesis. Eran tiempos muy distintos a los nuestros y desde Valparaíso monseñor Solar no podía avisar del arribo de las hermanas, aunque todos sabían que pronto llegarían estas servidoras del Señor. Rápido corrió la noticia cuando en el vapor de la carrera entre Valparaíso y Puerto Montt, que solo dos veces al mes hacia su viaje, se supo que venían las hermanas.
Cuentan las crónicas que un inmenso gentío fue a recibir a las religiosas en el muelles del puerto, tan pronto como se esparció la noticia de su inesperado arribo y como la casa que había mandado construir el prelado no estaba aun terminada, dispuso que les recibiera en su propia casa, donde fueron objeto de las más exquisitas atenciones, que vieron su culminación en una sencilla fiesta en su propia casa el 30 de noviembre de ese año.
En el año 1875 llegaron seis religiosas más, las que traían en sus manos un rescripto pontificio con la firma del Cardenal Ferrieri en la cual se concedía al Obispo de Ancud la facultad de erigir la provincia y el noviciado que en 1907 se traslada definitivamente a San Bernardo.
La erección canónica de la Provincia chilena tuvo lugar el 24 de agosto de 1879, en la casa de las hermanas en Ancud, presidiéndolo Monseñor Solar, con asistencia del Intendente de Chiloé, siguiendo luego de la lectura del auto de erección de la provincia, una Misa solemne, con Te Deum, cantado a toda orquesta. En 1878, el Presidente de la República don Aníbal Pinto, según los usos de la época, dictó un decreto en que decía. “Autorizase es establecimiento en Chile de la Congregación de la Caridad Cristiana”. Así la Congregación de la Inmaculada comenzó su rápida expansión en Chile y su beneficioso influjo en la formación de nuestra vida como nación católica.
Ancud, donde estaba la casa Provincia, un colegio y un hospital, fue seguido por Puerto Montt, en 1875, donde se encargaron del hospital, un colegio y asilo para niñas, llamado de San José. Luego llegaron a Valdivia, donde atendieron el hospital y levantaron un colegio, llamado san Rafael, en 1882. En su trabajo pastoral llegaron al Obispado de Concepción, fundando en Angol un hospital, lo mismo que en Lebu y Lota, donde atendieron el Hospital Cousiño, para los mineros del Carbón. Así, entre colegios y hospitales, siempre trabajando con los más pobres, llegaron a Talcahuano y Concepción, en 1878 y 1890 respectivamente, Cauquenes, en 1885, Linares el mismo año, Constitución en 1882.
El Arzobispado de Santiago no podía quedar ajeno al maravilloso influjo de las hijas de la Beata Paulina y en 1891, en tiempo del Arzobispo Casanova, están ya en San Fernando, en el año 1882 ya atendían el hospital de Rengo y desde 1879 el colegio en la Casa de la Purísima en la capital y otro colegio llamado de María Inmaculada en 1894. En el año 1883 llegaron a Copiapó, con el Colegio de la Inmaculada Concepción. También en el campo del apostolado con los más necesitados, la congregación fue abriendo centros de inserción social, de ayuda y de rehabilitación de jóvenes, constituyéndose en una de las grandes congregaciones educadoras de nuestra Patria.
Una de las obras más recientes iniciada es la “Escuela Madre Paulina” en Chiguayante que fue la respuesta de la congregación a la llamada a los Rectores de Colegios de Iglesia, de Monseñor Antonio Moreno Casamitjana, de crear Escuelas Católicas.
Queridas hermanas, quizá para ustedes es todo esto historia conocida, pero es la historia de la misericordia de Dios que se nos da a manos llenas cuando intentamos seriamente vivir en la fidelidad a Él, que para Uds. es la fidelidad al carisma fundacional de la Beata Paulina von Mallinckroft. Aquí radica, como sabemos, la eficacia de las obras de Dios entre nosotros, en la fidelidad a su llamado y cuando decaemos en el empeño de ser fieles, entonces las obras de Dios se desvanecen.
Hoy es un tiempo para levantar agradecidos el corazón al Señor por los dones con que ha bendecido a la congregación, pero como siempre en las grandes fiestas de la Iglesia, es también el tiempo del examen para volver a descubrir los caminos por los cuales quiere llevar a cada uno el Señor y renovar los deseos de fidelidad a la vocación recibida.
Escribió Sor Paulina “Toda Congregación tiene su carácter propio; sea el nuestro el de una actividad alegre y vigorosa, fruto del trato íntimo con Jesús en el Santísimo Sacramento”. El Papa, alemán como la fundadora, no ha dejado de insistirnos una y otra vez en que nuestra vida entrega a Dios se debe fundar en el trato con Cristo en el pan y en la Palabra, en la Eucaristía y en la oración. Recientemente nos decía que «Igual que los Apóstoles, también nosotros, queridísimos hermanos, como sus sucesores, hemos sido llamados sobre todo para estar con Cristo para conocerle más profundamente y ser partícipes de su misterio de amor y de su relación plena de confianza con el Padre».
Bien habían comprendido los apóstoles que «la escucha en la oración y el anuncio de las cosas oídas debían tener la primacía sobre las muchas cosas que hay que hacer», un programa apostólico –reconoció Benedicto XIV– «más actual que nunca».
Escribió Sor Paulina “Toda Congregación tiene su carácter propio; sea el nuestro el de una actividad alegre y vigorosa, fruto del trato íntimo con Jesús en el Santísimo Sacramento”. El Papa, alemán como la fundadora, no ha dejado de insistirnos una y otra vez en que nuestra vida entrega a Dios se debe fundar en el trato con Cristo en el pan y en la Palabra, en la Eucaristía y en la oración. Recientemente nos decía que «Igual que los Apóstoles, también nosotros, queridísimos hermanos, como sus sucesores, hemos sido llamados sobre todo para estar con Cristo para conocerle más profundamente y ser partícipes de su misterio de amor y de su relación plena de confianza con el Padre». Bien habían comprendido los apóstoles que «la escucha en la oración y el anuncio de las cosas oídas debían tener la primacía sobre las muchas cosas que hay que hacer», un programa apostólico –reconoció Benedicto XIV– «más actual que nunca».
Querida hermanas, las innumerables tareas de bien social, de trabajo por los mas necesitados, por lo abandonados, por nuestros educandos, niños y jóvenes que las familias confían a vuestra responsabilidad como educadoras, no deben nunca hacer pasar a un lugar secundario lo esencial y lo que es la causa que nos da fuerzas para el servicio a los hermanos, la vida de piedad personal, el amor incondicional a Dios, vívido en la pobreza, la obediencia y la castidad, como consagración a Dios en la Iglesia. El Papa, como hombre santo y sabio, no lo advierte con mucha fuerza a los Obispos al decirnos, que «en el ministerio de un obispos los aspectos organizativos son absorbentes, los compromisos múltiples, las necesidades siempre muchas, pero el primer lugar en la vida de un sucesor de los Apóstoles debe estar reservado a Dios». Es el mismo mensaje que hoy como pastor de esta Iglesia les repito y me repito a mi mismo.
Decía el Papa que es en la oración donde el pastor se hace sensible y misericordioso hacia todos y especialmente con los más pobres que son una porción especialmente amada por la Iglesia.
El recordado Papa Juan Pablo II, enseñaba el 14 de abril de 1985, al beatificar a la fundadora: “La Madre Paulina es un ejemplo de vida. Muestra al hombre moderno, angustiado de nuestro tiempo, un camino para lograr la paz interior. Buscar con valentía y confianza a Dios en el hermano que sufre. Su mensaje es de actualidad como es actual la búsqueda de Dios”.
Hermanas de la Congregación, alumnos y alumnas del Colegio y de los colegios que hoy nos visitan, padres y apoderados, quisiera en esta ocasión dar públicas gracias a cuanto la congregación ha realizado por esta tierra chilena y por esta ciudad de San Bernardo.
Muchos sanbernadinos deben su educación cristiana a uds.
Muchas familias han nacido desde estas aulas, muchas vocaciones se han forjado en ellas. Sigamos adelante, puesta la confianza en Dios nuestro Señor, el la certeza que el carisma fundacional de la Beata Paulina sigue plenamente vigente y exige de cada una de ustedes una fidelidad diaria, una delicadeza exquisita para servir a la Iglesia en plena unidad con sus pastores y con el que hace cabeza, que es Pedro, que sigue guiando la barca de Pedro, zarandeada por las aguas de un mundo que muchas veces no quiere ver el amor de Dios.
En este día alegre y solemne, en el mes en que la Patria celebra sus fiestas nacionales, quisiera también hacer una llamado y un desafío a toda la comunidad escolar, padre, jóvenes, profesores y religiosas: comprometer su empeño y su trabajo para levantar en el Cerro de Chena una verdadero Santuario a la Inmaculada Concepción de María, uniendo las fuerzas y las oraciones de toda la comunidad escolar para que al llegar el año 2010 podamos ofrecer nuevamente esta tierra a María, la Madre del Señor, nuestra Madre, a quien la Beata Paulina amo entrañablemente.
“Virgen Inmaculada, enséñame a amar a Jesús” , digamos al terminar con frase de la Fundadora.
Asi sea