“En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.
Señor Obispo Diocesano Mons. don Ignacio González Errazuriz, Mons. Obispo Emérito, Mons. Fuenzalida, queridos hermanos Obispos Eméritos, queridos hermanos Sacerdotes, Diáconos, Seminaristas, Religiosos, fieles laicos, varones y mujeres.
Hoy ciertamente para esta comunidad es un día de gran alegría, porque se inaugura y se dedica a Dios para siempre este templo dedicado exclusivamente al culto de Dios. Un templo no es un lugar para realizar asambleas, reuniones, conciertos, es un lugar para celebrar el culto de Dios, para reconocer que Dios es Dios, para hacer vida en cada uno de nosotros las palabras del apóstol san Pablo, nosotros para Dios vivimos, y nosotros para Dios morimos, sea que vivamos, sea que muramos, somos del Señor.
Este programa es común a todo cristiano, sea sacerdote, sea laico, sea religioso o sea niño o grande o lo que fuera, nosotros para Dios vivimos. Y eso es lo principal que nos recuerda el templo, porque venimos aquí al templo con frecuencia, por lo menos una vez a la semana, para celebrar la Santa Misa, a fin de reafirmar esa convicción de que nuestra vida no tiene sentido sino vivimos para el Señor. Deben hacer lo mismo que el primero de los mandamientos en la Ley de Dios, amarás al Señor con todo tu corazón, y con toda tu mente y con toda tu fuerza y con todo tu ser.
Por eso, mis queridos hermanos, en este lugar tantas veces, cada domingo, cada vez que se celebre aquí un Bautismo o una Confirmación, vamos a hacer la profesión de fe católica como se confiere en el Credo, porque es cristiano católico aquel que acepta sin restricciones toda la doctrina que Jesucristo, nuestro Señor, genera en el santo Evangelio, tal como la expone y la anuncia hoy dictada por el propio Jesucristo, la Iglesia que peregrina en este mundo.
Queridos hermanos, una fe profunda, sólida, radicada en que lo más importante, es lo que le da sentido a nuestra vida es el Señor, no es una verdad que esclaviza, al contrario, es una verdad que nos libera de los egoísmos, de la vanidad, del aferramiento a las cosas transitorias para tener nuestro corazón puesto en el Señor.
Queridos hermanos, como ya lo han recordado personas que hablaron antes que yo, aquí se van a realizar muchos sacramentos: el sacramento del Bautismo, que nos consagra como hijos de Dios, como miembros de Cristo, como templos del Espíritu Santo; que cosa más hermosa pensar que desde el momento de nuestro Bautismo y mientras permanezcamos en la gracia de Dios, somos templo y morada del Espíritu Santo, somos personas sagradas, no solamente es persona sagrada el sacerdote, el Obispo, el Santo Padre, es sagrado cada cristiano que recibió el Bautismo, que recibió la unción del Espíritu Santo y quedó consagrado para vivir para Dios.
Y a aquí se va a otorgar ciertamente, de tiempo en tiempo, cuando venga el señor Obispo el sacramento de la Confirmación, para que la vida cristiana sea robusta, para que la vida cristiana sea sólida, para que la vida cristiana sea sin temor cuando se debe manifestar con claridad sin contradicciones y sin cobardía la fe de la Iglesia Católica, nuestra Madre.
A lo largo de los siglos en la historia de la Iglesia, muchos cristianos perdieron la vida, por profesar la fe cristiana católica, y son los mártires. El martirio es el sello más profundo, más fuerte de que una persona fue en forma total y coherente discípulo de Jesucristo, nuestro Señor.
En este altar se va a depositar una pequeña parte del cuerpo de santa María Goretti, esa muchachita que por no acceder a los deseos impuros de un muchacho, recibió trece puñaladas en su cuerpo y murió mártir de la fe y de la pureza. Significativa cosa, cuando ustedes vengan acá y recuerden que en el sepulcro de este altar hay un pedacito del cuerpo de Santa María Goretti, será como un recuerdo de que nuestro cuerpo debe vivir en gran pureza, que la juventud debe crecer y ser educada en un respeto y en un amor profundo hacia la virtud de la pureza y de la castidad, porque la sexualidad no es una fuerza para ser ejercitada cuando sugiera y como se quiera y después arreglar los problemas con la píldora del día después, como lo están proponiendo algunas autoridades de nuestra patria. Ese no es el concepto justo y pleno de lo que es el ser humano; el ser humano es otra cosa, es una morada de Dios, es una morada del Espíritu Santo y ahí estarán los restos de santa María Goretti, que dio testimonio con su sangre, con su sangre!! del amor a la virtud cristiana. Y más todavía, cuando el sacerdote fue a darle la santa Comunión, antes que muriera, el sacerdote le preguntó si acaso perdonaba a quien la había asesinado, y la muchacha contestó sí lo perdono y espero que en el cielo esté cerca de mí.
Hermoso ejemplo de perdón, de generosidad, de reconciliación, de olvido de todo lo que estimula en el corazón el sostenimiento tan negativo como son el rencor, la venganza, el deseo de que le vaya mal al que nos ha hecho a nosotros cualquier mal.
Aquí mis queridos hermanos, sobre este altar, se va a celebrar el Santo Sacrificio de la Misa, ese acto de Cristo Jesús en la Cruz, cuando Él muriendo por nuestros pecados, quiso expresar al Padre de los cielos con su vida y con su sangre, que Él vivía para el Padre. Así como yo vivo por el Padre así el que me coma vivirá por mí.
Y por eso cuando nos acerquemos a recibir la Santa Comunión, debidamente preparados, en la celebración del sacrificio de la Misa, tenemos que llevar en nuestro corazón el deseo sincero de vivir para el Señor y de vivir por el Señor, para que nuestra vida entera sea un testimonio y un homenaje a la gloria de Dios, nuestro Padre.
Y aquí, queridos hermanos, vendremos a confesar nuestros pecados, nadie puede decir yo no tengo pecado, nadie puede decir yo no tengo necesidad del perdón de Dios, todos necesitamos, cual más cual menos, que la misericordia del Señor se derrame en nosotros para que por el precio inaudito de su sangre seamos limpios de todo pecado.