Desayuno Solidario Organizado por la Pastoral del Adulto Mayor, une generaciones al servicio del prójimo

Con gran alegría y espíritu de fraternidad, el pasado viernes 29 de agosto, la Pastoral del Adulto Mayor de la Diócesis de San Bernardo llevó a cabo una significativa actividad solidaria como cierre del Mes de la Solidaridad.

En esta ocasión, los adultos mayores fueron los protagonistas, organizando y preparando con amor un desayuno solidario para personas en situación de calle.

La jornada se desarrolló en la Catedral de San Bernardo y en distintos puntos del territorio, donde se entregaron más de 80 desayunos elaborados íntegramente por los propios adultos mayores. A esto se sumó la entrega de mantas tejidas por los grupos parroquiales de adulto mayor, junto a calcetines y artículos de aseo personal, brindando no solo abrigo físico, sino también contención humana y espiritual.

En esta hermosa instancia, contamos con la colaboración del grupo “Cabros Católicos”, quienes se sumaron al servicio, dando inicio a un encuentro intergeneracional de cooperación y evangelización mutua, donde jóvenes y adultos mayores compartieron la experiencia de servir al prójimo con alegría.

Esta actividad es un claro testimonio de cómo nuestros adultos mayores siguen siendo pilares activos de la vida pastoral, organizando con compromiso y fe acciones concretas que reflejan el rostro solidario de nuestra Iglesia. Fue también un gesto profundo de acompañamiento y evangelización hacia nuestros hermanos y hermanas que sufren la soledad y las dificultades de vivir en la calle.

Este emotivo encuentro marcó el inicio de un camino intergeneracional de cooperación y evangelización mutua, donde jóvenes y adultos mayores compartieron el profundo sentido de servir al prójimo con alegría, dando testimonio del Evangelio con acciones concretas de amor.

La jornada no solo fue un gesto de caridad, sino una verdadera experiencia pastoral que refleja el corazón misericordioso de nuestra Iglesia diocesana, que se hace presente y cercana en medio del dolor y la exclusión.

Esta actividad nos recuerda que nadie es tan joven que no tenga algo que aprender, ni tan mayor que no tenga algo que entregar. Una Iglesia viva se construye con todos, y en especial con aquellos que, como nuestros hermanos en situación de calle, necesitan ser mirados con ternura y dignidad.