El Censo: Reflexiones y primeras conclusiones

Han sido dadas a conocer las primeras cifras del último Censo. De la población mayor de 15 años, el 74,2 % declara profesar alguna religión o credo. El 25,8 % no tiene religión o credo, lo que es un fuerte incremento desde 8,3 % en 2002. Los católicos son el 54 % de la población, con una caída desde 76,9 % en 1992. Los Evangélicos o protestantes son el 16,3 % en 2024, aumentando 13,2 % en que eran en 1992 y 15,1 % en 2002, es decir se mantiene en sus cifras históricas. Las creencias en un Dios personal han disminuido de 93 % en 2007 a cerca de 70 % en 2022. Se puede descartar la idea de una irreligiosidad” generalizada, pero crece la desconfianza hacia las formas tradicionales de institucionalidad religiosa. Las regiones con mayor religiosidad son Maule (81,7 %), Ñuble (80,1 %) y O’Higgins (79,4 %), todas cifras que superan el promedio nacional.

La fe católica sigue siendo mayoritaria. La Evangélica se mantiene en los márgenes conocidos. Otras religiones (judíos, musulmanes, mormones, Testigos de Jehová, etc.), son porcentajes menores. Pero hay que observar que es muy grande el aumento de los que no tiene ninguna religión. El país se ha secularizado. Benedicto XVI la describió como un proceso en el que Dios es “cada vez más expulsado de nuestra sociedad”, llegando incluso a descuidar la salvaguarda de la dignidad trascendente del ser humano y el respeto por la vida misma. El aborto en tres causales y luego el intento del aborto libre y la eutanasia son pruebas de ello.

Entre las causas puede estar la sustitución de Dios por los bienes terrenos, el reemplazo de la salvación que viene de Jesucristo, por la autorreferencialidad, del hombre, el pensamiento de género, que pretende borrar la naturaleza y recrearla a su antojo, etc.

Es necesario un autoexamen de cómo las confesiones religiosas y en especial la Iglesia Católica, ha enfocado este proceso, sus errores y aciertos. Debe aquilatarse en toda su realidad el efecto de los abusos sexuales del clero, que en Chile han tenido una muy fuerte repercusión en la adhesión a la fe católica. También se puede mencionar que la politización de la vida de la Iglesia – especialmente en las décadas del 60 al 90 – distrajo o redujo el proceso de evangelización y provocó un quiebre en la transmisión de la fe en la familia y en la escuela. También hay un “secularismo radical”, que impone una visión sin referencia a la trascendencia. Esta secularización también se ha manifestado “desde hace tiempo en el corazón de la Iglesia misma”, dice Benedicto, distorsionando profundamente la fe cristiana desde dentro y, consecuentemente, el estilo de vida y el comportamiento diario de los creyentes.

            Hay, sin embargo, elementos positivos. A pesar de los desafíos, Benedicto XVI también vio en la secularización una posible “profunda liberación de la Iglesia de las formas de mundanidad“, que también denunció con fuerza Francisco. La actividad misionera de la Iglesia recuperará credibilidad. Chile se ha convertido en una tierra de misión, donde muchas comunidades cristianas no son lo suficientemente maduras como para encarnar la fe en su propio entorno y proclamarla a otros grupos.

La secularización de la sociedad chilena nos debería llevar a reafirmar la verdad de la revelación cristiana, promoviendo, la armonía entre fe y razón. A predicar el Evangelio de un modo integral como una respuesta atractiva y verdadera, tanto intelectual como práctica, a los problemas humanos reales. A seguir buscando el diálogo con la sociedad y la cultura, especialmente en temas importantes como los relacionados con la vida, y, en ámbitos más propio, continuar la  evangelización y  una catequesis, que hable a los corazones de los jóvenes, quienes, a pesar de la exposición a mensajes contrarios al Evangelio, continúan sedientos de autenticidad, bondad y verdad, reafirmando la autonomía justa del orden secular que no puede divorciarse de Dios Creador y su plan de salvación para todas las personas.

 

+Juan Ignacio